La normalidad futbolística aterrizó ayer en Getafe. Y no precisamente en su base aérea, sino en el estrafalario campo de fútbol que lleva el pretencioso epígrafe de coliseum. Nada menos. Esas reminiscencias de la Roma imperial, se plasmaron en el espíritu gladiador de un Valencia que, consciente de lo que se jugaba no sólo su entrenador sino también el propio club recurrió a los cánones futbolísticos. Es decir, atacó cuando le convenía, defendió cuando era menester y controló el juego en el centro del campo. Algo que no venía practicando últimamente. Para lograr este objetivo que parece tan simple pero a veces es muy complicado, Miroslav Djukic, con el pescuezo a remojo, tuvo que rectificar y apearse de alguno de sus burros. Así, se dejó de remilgos y le concedió definitivamente la titularidad a Dani Parejo. El madrileño, que demostró no guardarle rencor a su jefe, se marcó un partidazo. Cortó, lanzó, organizó, trabajó y mandó. Fue el conductor que guió al equipo hasta esa victoria con la que ese entrenador que le tenía postergado, salva provisionalmente la cabeza. Djukic, al que le costaba muchísimo otorgarle la titularidad, ya sabe a qué atenerse. Parejo no sólo es el mejor director de orquesta que posee; también es imprescindible como pareja de Banega, ese futbolista que el entrenador considera imprescindible. Ellos dos, con un guardaespaldas como Javi Fuego, u Oriol Romeu forman una tripleta en el centro del campo que ya dio excelentes resultados el año pasado. Pero una de las misiones de Djukic parece que es la de desmontar todo aquello que funcionaba con Ernesto Valverde. Absurdo.

Otra sociedad que ayer trabajó a pleno rendimiento fue la integrada por Barragán y Pabón, que fueron los amos de la banda derecha. Al colombiano se le recordará por el zambombazo del gol, pero su labor de contención, bajando a defender y apoyando a la media, fue colosal. Por fin, ha dado señales de vida. De Barragán lo mejor que puede decirse es que, conociendo el percal, probablemente Joao Pereira abrevie sus plazos de recuperación. La cómoda titularidad del portugués corre peligro. En cambio, Paco Alcacer se la ha ganado a pulso. Su dinamismo y su instinto depredador oxigenan al equipo y, acierte o no en el remate final, permite cerrar las jugadas de ataque y evitar los contragolpes del rival. Finalmente, otra conexión inesperada fue la de Bernat con Piatti, dos ratones de perfil complementario. El argentino, que estaba desahuciado, pretende reivindicarse. Falta le hace. El valenciano, con la continuidad de la que goza, va ganando en confianza y en atrevimiento.

Con esos ingredientes y con una mayor intensidad defensiva, provocada por el épico final que tuvo el partido, fue suficiente para plantarle cara al Getafe, un equipo con buenos modales, de esos que dejan hacer al rival y apenas le molestan. La crisis queda momentáneamente aplazada. Pero no resuelta. Hasta la próxima.