A Nico Estévez le costó salir del banquillo. Se debía sentir cómodo en él. Tras ser objeto de las cámaras de televisión y fotógrafos, el técnico adoptó una actitud de lo más discreta. Pero fue ver que el Nàstic acechaba a Guaita y levantarse de la butaca. Vestido de negro y, sobre el traje, un plumífero con capucha para protegerse del frío y la lluvia, el técnico se dedicó a dar instrucciones a los jugadores para corregir posiciones. De pie. Agachado. Estevez, aparentemente nervioso, se estrenaba en Mestalla en un examen complicado porque el Valencia, este Valencia, es capaz de lo mejor y lo peor. El debut del valenciano, que hace una semana entrenaba al filial y unos meses al Huracán en segunda B, no pudo ser más positivo. Estevez, ya podrá presumir de ser el técnico que colocó al Valencia en los octavos.

A sus 33 años (29 de enero de 1980), el valenciano, vio anoche cumplido su sueño y el domingo, ante el Real Madrid, tendrá un gran escaparate para mostrarse. Una experiencia irrepetible e inimaginable hace unos meses. Y, con más o menos experiencia a su espaldas, lo cierto es que, con unas u otras prácticas Levante-EMV desveló ayer que iba a poner un video para motivar al grupo antes del partido, logró despertar del letargo a una plantilla que andaba desconcertada y adormilada en las últimas jornadas. Los jugadores, por lo menos, mostraron una actitud diferente. Un comportamiento que les sirvió para superar la eliminatoria y no hacer el ridículo en la Copa.

En Mestalla, ni un solo recuerdo al idolatrado Djukic. Las necesidades lo eclipsan todo.