Era un partido solo para irreductibles. Horario malo, con frío y lluvia, con un Valencia en crisis sobre el césped y en venta en los despachos recibía a un rival teóricamente asequible, como el Nàstic de Tarragona. Un trámite envenenado que se solventó por la mínima, poco brillo y dosis de sufrimiento innecesario, casi pidiendo la hora. El equipo de Nico Estévez mostró más motivación que acierto, y solo se vio alimentado por los momentos de inspiración entre Juan Bernat y Paco Alcácer. La cosecha de 1993, año en el que nacieron los dos canteranos, toma cuerpo y ya es una solución de presente. Con todo por solucionar, el Valencia se medirá el domingo al Madrid y espera en octavos al Atlético.

Mestalla sabía que el capricho de ignorar el partido de ida y especular para la vuelta, confiado en fuerzas que ahora son adversas, no le iba a ser gratuito al Valencia.

No fue un partido fácil de encarar. El equipo de Estévez salió voluntarioso, con la intención de mover rápido el balón, pero con más impulsos nerviosos individuales que concierto colectivo. Dos intentos aislados de Bernat y Parejo, que finalizaron sin remate, fueron la nota más destacada del Valencia en la primera media hora. Arropados con la tripleta en la medular formada por Javi Fuego, Parejo y Banega, el Valencia dominaba pero sin incordiar a un Nàstic que se replegaba, bien posicionado, que defendía bastante encerrado pero cómodo, sin pasar dificultades. En un Mestalla semivacío donde se escuchaba los cánticos y protestas de los aficionados del Nàstic, a los 25 minutos, casi coincidiendo con otra racha de lluvia, el massanassero Vicente Moreno, técnico visitante, ordenó estirar líneas y buscar alguna contra, con Giner y Querol.

Era el minuto 31 cuando Bernat, el valencianista más despierto de las últimas semanas, trazó una diagonal desde la izquierda y buscó el disparo con la derecha, su pierna menos buena. El balón salió muy cerca del palo de Tomeu. El Valencia sí encontró fortuna en el minuto 36. El centro desde la izquierda de Guardado fue rematado de primeras por Alcácer, con un gran gesto técnico, de depredador de área, orientando lo justo el pie para desviar la pelota. Cuesta entender que no goce de continuidad un delantero con soluciones tan intuitivas como las de Alcácer, que recuerdan con total nitidez a los movimientos de otros atacantes valencianos, como Juan Sánchez.

En la segunda parte el Valencia iba a encontrar más espacios con un rival adelantado y que notaba los rigores físicos de su generosa presión. Con profundidad se apreciaron los mejores detalles de la pareja Bernat, Alcácer. A sus combinaciones se unió Fede, con su impulsivo estilo individual. El argentino, con ganas de gustarse, con atrevidas fintas que agradaron a la galería. Pudo marcar el segundo tras una serie de eléctricos regates con remate final seco, pero ligeramente desviado, y con posterioridad con un centrochut muy bien intencionado. Banega, que recibió algún que otro silbido, lo intentaría también desde la frontal. El partido era plácido pero no se borraba la inquietante sensación de un marcador corto que colocaba a tiro de un gol los octavos de final para el Nàstic. De hecho, la esperanza tarraconense se mantuvo hasta el final. Con acciones a balón parado, un penalti que Tomeu le detuvo a Postiga y otro polémico reclamado en el área local y una mano salvadora de Guaita.