Un fulano lanza un bote de humo al césped de El Madrigal y obliga a interrumpir durante más de 20 minutos el partido entre el Villarreal y el Celta. Ante la gravedad de los hechos, el presidente Fernando Roig comparece en conferencia de prensa para aclarar:

A) Que el autor del lamentable incidente no es socio de su club, ni nativo de Vila-real, sino que es alguien llegado de fuera, con el propósito de perjudicar al club. Se trata de una afirmación, como mínimo bastante osada, ya que a esa hora, la policía no ha identificado ni detenido al autor de los hechos.

B) Agotado el tradicional catálogo de descalificaciones al uso para estos casos, Roig, que se expresa en todo momento en dubitativo castellano como Dios manda se acoge a una licencia gramatical, para enfatizar su enfado: «Como diríamos en valenciano, esto ha sido una 'animalá'» (sic).

He aquí una nueva demostración de la consideración que le merece nuestra lengua, a la burguesía dirigente local. El valenciano es el lenguaje adecuado para decir animalaes, recollons, la mare que et va parir y otras lindezas de ese estilo. O sea, brofegaes. También sirve para recitar sainetes de Bernat i Baldoví, contar chistes de Arévalo sobre llauros, xeeee! y hablar con los iaios ¡qué graciosos!en la intimidad familiar. No vale, en cambio, como lenguaje científico, cultural o jurídico; ni siquiera deportivo.

Ahí tiene la Academia de la cosa, una definición para su Diccionari, que no levantaría ampollas entre el personal del PP y adláteres. No es lexicográficamente correcta, pero sí sociológicamente adecuada.

Todavía estamos así, a estas alturas.