Cuando se fantasea demasiado con algo acaba formando parte de la memoria propia, como si se hubiese leído o incluso vivido. Sabemos, porque lo dicen las crónicas, que Nieto remató a la red el centro de Agustí Dolz para marcarle al Valencia el 1-0 que daba al Llevant la Copa del 37. El derby fue espeso y brusco. Poco antes del gol un grupo de levantinos había observado a Dolz correr la banda derecha, desde una grada semivacía y con un olor a pólvora y a sangre que flotaba en el aire inminente. Alguien rugió: «Bombeja Agustinet!».Dicho y hecho llegaron la euforia y el abrazo. 18-7-1937. Sarrià. No sabría decirles qué hay de fantasía y qué de memoria. En todo caso a Dolz le arengaron tantas veces que Di Stéfano declaraba en una entrevista que el fútbol que inventó el United a finales de los 60, con dos extremos y un ariete rompedor, era lo que en Valencia llamaban «Bombeja Agustinet!» desde dos décadas atrás.

Aquel trofeo de la Copa existe y algún día lucirá en las vitrinas de un futuro museo granota. En él se mostrarán los títulos del club, escasos, su sufrida identidad, sus leyendas y el rostro adusto de los hombres que trajeron al Llevant, entre tempestades, hasta este tiempo, para coquetear con la élite de nuestro fútbol y aspirar a asentarse en ella. Es curioso que en este lustro de ensueño la arenga del bombeja se haya esfumado. Con el club en 2ªB o 3ª estuvo más presente que nunca, frente a equipos que saltaban acongojados a un estadio imponente y plantaban el autobús. A veces los encuentros se atascaban. El portero rival hacía el partido de su vida, el infortunio se cebaba con el ariete de turno, los palos hacían el resto y hasta las subidas por la cal de los extremos eran infructuosas. Entonces alguien de entre el público apelaba al recurso atávico y racial, y exigía el bombeja, leyenda que como tantas otras cosas viajó en el tiempo, a través de la grada, de generación en generación, en aquellos años en que el relevo parecía una utopía y los viejos auguraban que el club desaparecería con ellos.

Se desvaneció el bombeja porque desde hace un tiempo es el Llevant el que se cuelga del larguero; ahora Keylor hace de cada partido el de su vida, la garra y la raza de los defensores que son todos se conjuran para que a los rivales les pesen las botas, les abandone el equilibrio y se les burlen los palos; ahora son los laterales e interiores blaugrana los que resuellan sobre los extremos rivales para acogotarlos. Es el Llevant de Caparrós muy similar al que fue de Luis García y de JIM y esta personalidad le ha llevado al éxito. Sin «bombeja». Ya no hay partidos atascados, porque al Llevant nunca se le presume favorito y porque nunca acosa al rival.

Hace un lustro que existe una horma granota, una personalidad sobre el césped como jamás hubo en la historia reciente. Y el entrenador que llega a Orriols adapta a ella su forma de entrenar y mejora la fórmula. El presidente la aplaude, al director deportivo le encanta y ficha las piezas para perpetuarla, los más veteranos de la plantilla la tienen interiorizada, los equipos de la cantera (incluso el femenino) la han adoptado y hasta la hinchada, a pesar de algunos bostezos, ha llegado a tomarle cariño a este catenaccioextremo que ha convertido al Llevant en el contendiente más odioso de las aficiones rivales, porque su mayor virtud es engrandecer los defectos del otro, segarles el camino al gol y fiarlo todo a la picardía del negre Barral. Ya no hay bombeja. Ni yunque de la adversidad. Y nadie los extraña. Pero está bien tenerlos presentes para no perder la humildad ni olvidar de dónde venimos. De aquí surge el nombre de esta columna semanal, que se publicará los días de partido: Bombeja Agustinet!, a modo de homenaje a uno de los grandes mitos de la historia levantina, pero también a una forma de entender el fútbol y la vida: no rendirse nunca. Confieso que miraré de reojo cada semana al maestro Regües, esperando su crítica, siempre constructiva. Es curioso: la primera gesta de este nuevo Llevant, el ascenso a 1ª de 2009-10, tuvo entre sus grandes protagonistas a Javi Guerra, el ariete que hoy se las verá con los centrales blaugrana. Aquella misma temporada, el Valladolid de Pedro López descendía a 2ª. Tal vez hoy hacia las 23 horas los aficionados pucelanos abandonen Zorrilla, cabizbajos, preguntándose quien les mandaba ir un viernes a las tantas de la noche, con tanto frío, a ver un partido contra un Llevant que aburre a María Santísima y que para más inri ha acabado llevándose los tres puntos. Si es así la ilusión se disparará. Y ya saben: la ilusión es el alimento de las grandes gestas. También en el mundo del fútbol.