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El Nuevo Mestalla, obra emprendida por Juan Soler el 1 de agosto de 2007, tenía un plazo de ejecución de tres años. En su última fase estaba previsto que los operarios trabajaran día y noche „ hasta en tres turnos„, para consternación de los vecinos. Nunca llegó a ocurrir. En marzo de 2008 el constructor „ que ya tenía sus empresas en quiebra„ dejaba la presidencia. Cada uno de los posteriores inquilinos del sillón presidencial de Mestalla prometió acabar el coliseo. Sin éxito. Ni con Vicente Soriano, ni posteriormente con Manuel Llorente -el que más cerca estuvo de lograrlo-, ni ahora con Amadeo Salvo ha regresado la actividad al recinto de Corts Valencianes. En ese espacio de tiempo, el Espanyol, el Athletic de Bilbao o el Atlético de Madrid han ganado la carrera de levantar campos modernos y con posibilidad, estos dos últimos, de albergar la itinerante Eurocopa de 2020. El Real Madrid y el FC Barcelona, por su parte, ya han anunciado sus respectivas remodelaciones.

Los dos «grandes» tampoco han querido quedarse rezagados y se han adentrado en una particular batalla por erigirse como el mejor estadio del mundo. El club que preside Florentino Pérez anunció el pasado mes de enero una inversión de 400 millones de euros para cubrir el Santiago Bernabéu con miles de placas LED a modo de piel. Un hotel de lujo ubicado dentro del recinto, y un centro comercial, son otras de las novedades de un estadio que abordará su rejuvenecimiento este mismo verano hasta llegar a acoger, a partir del año 2017, a 85.000 aficionados, cinco mil más de los que actualmente contempla el feudo madridista. El Barça no ha querido quedarse atrás, y a falta de que sus socios refrenden la propuesta de la directiva, se mantiene la iniciativa del expresidente Sandro Rosell de erigir un Camp Nou casi nuevo sobre el actual. La futura casa azulgrana pasaría a contar con 105.053 localidades, todas ellas cubiertas, en lugar de las casi cien mil butacas que están disponibles en la actualidad. La primera gradería sería más vertical para asegurar una mejor visibilidad mientras que la tercera se completaría para recuperar la simetría en la parte más alta. Un nuevo Palau Blaugrana, con capacidad para 10.000 espectadores, y el Espai Barça, donde se integrarían edificios de usos complementarios, coronarían un proyecto cifrado en 600 millones de euros. La construcción interior del estadio pasaría de 40.000 m² a 104.000 m², y estaría finalizado en 2021.

El Valencia CF, mientras, ha rebajado los costes de finalización del nuevo Mestalla, hasta en sesenta millones respecto a lo presupuestado inicialmente, por lo que podría concluirse por unos cien millones de euros. El arquitecto Mark Fenwick presentó en noviembre unas modificaciones que afectan especialmente a la cubierta. El espectacular techo de acero y madera diseñado en 2006 por el propio Fenwick, que cubría toda la grada llegará ahora sólo al 75% de los asientos. La fachada también sufrirá un «lifting», el parking se verá drásticamente reducido y se pasa de un aforo de 75.000 localidades a 61.500. «No hay nada peor que un estadio vacío», señalaba Fenwick en una entrevista concedida a Levante-EMV en agosto, cuando Fundación y Valencia CF decidieron que volviera a tomar las riendas de su proyecto, encargado en 2006 por Juan Soler.

Amadeo Salvo aseguró en la junta de accionistas del 10 de diciembre que tenía una empresa dispuesta a explotar el sector comercial del estadio, a cambio de 130 millones de euros. El anuncio de búsqueda de inversores que asumieran la deuda de club y Fundación por parte de Bankia cambió el paso al presidente del Valencia, y aunque el proceso de venta ya ha atravesado por diferentes fases, los requisitos que debe cumplir el aspirante a dueño del club, pasan siempre por acabar el campo. Al nuevo propietario se le exige como requisito innegociable un plan para finalizar la obra. Que explique cómo piensa explotarlo, con qué fondos acabarlo „ propios o de un operador„, así como si piensa respetar el último diseño. Cuatro años después de la fecha prevista para su inauguración, con varias modificaciones de la cubierta y hasta tres cambios presidenciales en la SAD, el nuevo Mestalla es un esqueleto de hormigón condenado al silencio.