El presidente del FC Bayern, Uli Hoeness, ha sido condenado hoy a tres años y seis meses de cárcel por un fraude fiscal estimado en 27,2 millones de euros.

Así lo ha informado la Audiencia Provincial de Múnich tras un proceso que ha durado cuatro días.

La fiscalía había pedido una pena de cinco años y seis meses, mientras que la defensa había solicitado archivar el proceso o una pena menor de dos años, que hubiera permitido a Hoeness evitar la cárcel.

La condena al presidente del Bayern, Uli Hoeness, por evasión fiscal -aunque esta todavía no es firme- representa el momento más bajo de una biografía asociada al FC Bayern y a sus éxitos.

El dirigente y exjugador fue condenado hoy a tres años y seis meses de cárcel por un fraude fiscal estimado en 27,2 millones de euros.

Al margen de si Hoennes termina o no yendo a la cárcel, Alemania y el Bayern se enfrentan actualmente la caída de uno sus iconos más representativos, con un aura que irradiaba más allá de lo estrictamente deportivo.

Su caída -por lo que se sabe- no tuvo nada que ver con el club y sus cuentas ni tampoco con su fábrica de salchichas, sino con negocios de especulaciones bursátiles a las que se dedicó durante años, con un fervor ludópata, a través de una cuenta suiza de la que el fisco alemán sólo tuvo noticia reciente.

Sin embargo, es claro que en el momento en que Hoeness deje sus cargos, el Bayern no parecerá el mismo.

Como jugador, Hoeness fue clave en la conquista de la primera Copa de Europa al marcar dos de los cuatro goles de la final en la que el club bávaro derrotó al Atlético de Madrid por 4-0.

Más tarde, tras tener que poner fin a su carrera a los 27 años por una lesión, pasó a ser el manager del Bayern, cargo que no abandonó hasta tres décadas después para convertirse en presidente.

Hoeness ha sido durante todo ese tiempo algo así como el alma y el rostro del Bayern.

Casi todo el mundo le admira, por su eficacia y su excelente gestión basada en la idea de que, mientras hay clubes que cuando quieren fichar a alguien van al departamento de crédito de los bancos, el Bayern sólo realiza los fichajes que puede pagar con la cuenta corriente.

Muchos le odian por su arrogancia ante los rivales y ante los medios. Y otros -empezando por la mayoría de jugadores que ha pasado por el Bayern- adoran a Hoennes por el rostro que suele mostrar sólo en privado, pero que se puede adivinar en muchas de las cosas que ha hecho como dirigente.

El Bayern, y Hoeness ha contribuido a ello, es hoy un consorcio con una facturación de más de 300 millones de euros al año. Pero Hoeness suele insistir en que el Bayern es también una familia y su comportamiento tiene mucho de líder de un clan que se preocupa por los suyos hasta el extremo.

Hoeness, durante su larga trayectoria como funcionario deportivo -que empezó cuando tuvo que terminar su carrera como jugador por una lesión- ha sido una figura provocadora, que polariza y que se ha convertido en un icono que va más allá del fútbol.

El presidente del Bayern ha reclamado para si, durante décadas, una serie de valores que van desde la efectividad, que nadie le ha discutido nunca, hasta integridad -que a más tardar ahora ha quedado cuestionada- así como la generosidad y la lealtad ante los suyos, que ahora empiezan a verse bajo otras luces.

La evasión fiscal destroza la figura de Hoeness como apóstol de la moralidad, función que le ha gustado siempre ejercer.

A nadie se le olvida que fue él quien impidió que Christoph Daum se convirtiera en seleccionador alemán, acusándolo de consumo de cocaína, y que durante años ha denunciado a otros equipos europeos de no jugar limpio en la parte económica mientras presenta al Bayern como un ejemplo de solidez e integridad.

El carisma que emanaba Hoeness hizo que durante años figuras políticas de primer orden buscarán su cercanía.

El más cercano tal vez ha sido el exprimer ministro bávaro Edmund Stoiber, que ha sido miembro del Consejo de Vigilancia del Bayern, pero también la canciller Angela Merkel y su rival en las pasadas elecciones, Peer Steinbrück, han buscado su sombra.

Desde que empezó el escándalo, sin embargo, casi todos empezaron a distanciarse de él y algunos a declarar su decepción. Y el compromiso social de Hoeness, a la luz de sus pecados fiscales, es para muchos una de las caras de alguien que parece tener una doble personalidad al estilo de Dr. Jekyll y Mr.Hyde.

Durante el proceso, Hoeness reconoció haber cometido un "error enorme" pero también aludió a todas sus actividades caritativas y a los impuestos que ha pagado en Alemania durante años para decir que no era un asocial