El Valencia cerrará este año, con independencia del resultado de su partido ante el Celta contra el que cerrará la Liga, su peor temporada desde la campaña 1985-86, en la que vivió el único descenso de su historia a Segunda División.

Aunque desde entonces la Liga ha variado en el número de participantes y en el valor de las victorias, el porcentaje actual de puntos sobre el total disputado hacen de la actual la segunda peor campaña del Valencia desde la que le llevó a perder la categoría hace veintiocho años.

El Valencia no alcanzará este año el 42 por ciento de los puntos que ha disputado, registro que siempre ha superado desde que en la temporada 85-86 se quedará con el 36,7 por ciento y perdiera la categoría.

Desde entonces han sido muchas más las campañas buenas que las malas, con dos títulos de Liga, dos subcampeonatos, seis terceros puestos y cuatro cuartos.

Una décima cuarta posición fue su peor clasificación en el año del regreso a Primera (87-88), pero el porcentaje de puntos logrados superó al actual.

Si el Valencia gana al Celta en la jornada final del campeonato, alcanzará el 42,9 por ciento y si pierde se quedará con el 40,3. Campañas tristes como la 2007-2008 con Juan Soler en la presidencia y Ronald Koeman en el banquillo no le impidieron llegar al 44,7 y ganar la Copa del Rey.

Buena parte de la mala campaña del Valencia se ha fraguado fuera de casa, donde el Valencia ha logrado, con tres triunfos, el número de victorias más bajo de la última década y donde sumó dieciséis puntos, la cifra menor con el actual sistema de puntuación.

Las victorias a domicilio las logró en la primera vuelta ante Granada y Getafe, dos rivales que luchan por la permanencia, y frente al Barcelona en la segunda.

Ganar en el Camp Nou hace tres meses supuso el último triunfo a domicilio y único con el equipo dirigido por Juan Antonio Pizzi. Este marcador, unido al reciente empate ante el Real Madrid no ha pasado de ser un espejismo en una mala temporada.

Hace cuatro, años el equipo ganó hasta once partidos como visitante y ahora acumula ocho sin hacerlo, lo que iguala unos registros adversos que no se producían desde 2010.

El Valencia ha vivido habitualmente sus peores temporadas en las últimas tres décadas al ritmo de cuestiones extradeportivas complejas y la que ahora termina no es una excepción.

La campaña 2013-2014 ha estado marcada por un cambio radical en la cúpula, en el que el equipo de Amadeo Salvo ha cambiado el modelo de gestión aplicado durante cuatro años por Manuel Llorente, pero sobre todo por el inicio del proceso de venta de la entidad en la segunda mitad de la temporada.

En la parte deportiva, el Valencia de Pizzi ha sido algo más competitivo que el de Miroslav Djukic, destituido en diciembre, pero los resultados no han mejorado.

Además, la revolución introducida en la plantilla en el mercado de invierno con la salida de Hélder Postiga, Éver Banega, Dorlan Pabón, Andrés Guardado o Sergio Canales no ha dado el resultado esperado.

Llegaron Rubén Vezo, Philippe Senderos, Seydou Keita, Eduardo Vargas y Vinicius de Aráujo. Sólo el trabajo de Keita puede considerarse un factor positivo en el juego del equipo durante la segunda vuelta.

Es cierto que el Valencia rozó ante el Sevilla el pase a la final de la Liga Europa, pero ahora es un equipo con el pulso muy bajo y cuyo futuro depende tanto del cierre del proceso de venta de la entidad, como del momento en el que se concrete y, a partir de entonces, de la resolución del puzzle del exceso de jugadores de cara al próximo año.

El proyecto del Valencia 2013-2014, completamente distinto al de la campaña anterior, ha fracasado y es muy probable que el de la 2014-2015, la primera en diecisiete años en la que no competirá en Europa, poco o nada tenga que ver con el actual.