Uno de los grandes problemas que José Luis García y Felip Bens tuvimos para escribir nuestra «Historia del Llevant UD» es que la mayoría de los mortales no da valor a los «trastos viejos». Gracias a bibliotecas y hemerotecas pudimos rescatar alineaciones, goleadores, resultados, anécdotas? pero más complejo fue recuperar parte de la memoria gráfica del club y poder documentar los grandes momentos, poniendo rostro a sus protagonistas. Para ello tomamos café con centenares de levantinos que pudieran tener un retrato de su padre, una entrada, un llavero? y así ir montando un puzzle siempre incompleto. Algunas de esas citas con la nieta de un jugador o el hijo de un directivo fueron provechosas; pero la mayoría infructuosas: «en la última reforma mi mujer dijo que estaba harta de trastos viejos y se fue todo a la cuba». Etcétera.

¿Alguna vez han contratado una cuba de esas que ocupan plazas de aparcamiento y levantan polvareda cada media hora? A una de ellas fue a parar casi un siglo de historia granota cuando se construyó el palco VIP L'Alqueria, sobre la antigua oficina en que Salvador Mas, «Maca», durante casi cuatro décadas, había preservado cada recibo, contrato, banderín, archivo, foto, acta quién sabe si la que reclama la Federación para reconocer la Copa del 37 y también todo lo que le fue legado por sus predecesores cuando entró en el Llevant en los primeros años 50. Mientras Villarroel y su ágora de palmeros miraban hacia otro lado y jugaban al monopoly con el patrimonio de todos los levantinos, el jardinero del club decidió erigirse en el guardián de la memoria, rescatar discretamente lo que pudo de la basura para construir el Raconet y preservar un pedazo de la historia granota más allá de la palabra «decano». El resto fue pasto del enésimo episodio de aquel «mi mujer dijo que estaba harta de trastos viejos y lo tiró todo».

Ahora, como una broma de mal gusto, el Raconet se quema unos días después de que el club anunciara la creación de un museo sobre su base. Hace años, pero especialmente desde el centenario, que se reitera desde diversos ámbitos la urgencia de constituir un museo del Llevant que recoja y preserve para el futuro el escaso patrimonio que ha llegado hasta nuestros días, que evite que los trofeos acaben sobre la chimenea de algún chalet -como ha sucedido en el pasado-, un museo que tenga garantizada su integridad y que ofrezca garantías a los levantinos que deseen ceder sus recuerdos, incluso con algún tipo de acuerdo con la Direcció General de Patrimoni Cultural i Museus de la Generalitat. Una vez garantizado el patrimonio de cara al futuro, la entidad podría realizar réplicas de las piezas más emblemáticas para reconstruir el entrañable Raconet.

¿Por qué no se ha priorizado la creación del museo en la actual gestión del club? Desconozco la respuesta, pero es obvio que la fortuna ha sido caprichosa y esquiva, porque ahora el proyecto estaba agendado al fin. Es posible que el Llevant no existiera si la memoria de sus escasas y humildes hazañas no se hubiese transmitido de generación en generación, a pesar de todas las adversidades. Y también creo que la supervivencia del club pasa por un respeto reverencial a su memoria, en todos los aspectos.

Es por ello que la entidad más allá de este episodio de condenada mala suerte debe abordar el proyecto, si cabe, con más convicción: fijar, preservar y poner en valor todo aquello que nos singulariza y por supuesto nuestra historia y reconsiderar el frailuno propósito de impostar una identidad de papel cuché que no conecta con la grada de Orriols. Aprendamos de esta cruel lección.