Pasan los días y el Valencia sigue sin firmar la venta a Peter Lim. Informes que tardan en llegar, contratos con mucha letra pequeña, presiones por doquier y sobre todo comentarios confusos entre los actores implicados en la operación. Sobre el césped de Mestalla se juega a la ruleta, donde el magnate de Singapur todavía no sabe si quiere rojos o negros, ni tampoco el número, de millones, que pone en la operación. La Fundación sigue confiando en que todo termine con la firma del empresario asiático, pero necesita el máximo de garantías. Mientras tanto, el Consell asiste perplejo a unos acontecimientos que todavía pueden precipitarse y el Ayuntamiento asume que el esqueleto del nuevo Mestalla persistirá, pese a los síntomas de recuperación inmobiliaria en la Marina y en el circuito de Cheste.

Bankia espera. Después de ser señalada, confía en que Lim pague. En caso contrario, dispone de cartera de clientes para cerrar el trato. Zolotaya sigue muy activa, y recordando a los patronos que su oferta cedía dos sillones del consejo de administración a la Fundación. Además, la compañía inglesa con capital árabe se reactiva, tras el éxito de su presentación en Londres del proyecto «The Garage», un parque temático del automóvil.

Los asuntos de la compraventa van despacios, pero la pretemporada arranca en una semana, con una plantilla de futbolistas sumida en la incertidumbre, y con un entrenador, Juan Antonio Pizzi, que deberá presentarse si Lim sigue sin firmar, pero sabiendo que el futuro propietario no cuenta con él. El proceso de venta ha perdido el primer partido, el de la planificación deportiva.