«Se te va comiendo comiendo el pulmón y llega un momento que no da más de sí». La vida de Sandra Añares es un peregrinar entre hospitales, bombonas de oxígeno, tratamientos intravenosos, recuperaciones, recaídas, antibióticos, biopsias y la espera entre en quirófano para que le cambien unos pulmones que nacieron feos. Y que podían estar mucho peor si no fuera porque encontró una terapia que ayudó a mitigar los efectos de la fibrosis quística: «el boxeo».

Mañana, el mundo del boxeo se volcará con ella. El pabellón de Sedaví acoge una velada de combates con ocho de modalidad olímpica (no profesionales sin casco) y dos profesionales, con la presencia en este caso de la ex campeona del mundo Mikhaela Lauren y de Felics Kleins. Instituciones y clubes se suman de forma desinteresada, como también todos aquellos que intervienen en una velada homologada. Y también estará presente el excampeón del mundo Javier Castillejo. Donan regalos para una subasta tanto él como Maravilla Martínez, Poli Díaz o el guardameta del Valencia CF Vicente Guaita, asiduo al noble arte. «Y lo que se saque no es para mi tratamiento, sino para la Federación Española de Fibrosis Quística. Para que sigan avanzando en la investigación».

A pesar de que su enfermedad lo era de nacimiento, Sandra se calzó los guantes dispuesta a hacer carrera. «Había probado el taekwondo, el kickboxing, pero mi verdadera pasión es el boxeo. Necesitaba algo que no fuera simplemente golpear con las piernas. En cada pelea me veía enfrentándome a mi propia enfermedad». Se enroló en uno de los santuarios de noble arte, el Club Boxeo Sedaví, a las órdenes de, cómo no, Francisco Tamarit. Las sesiones de entrenamiento han sido su mejor terapia. «Gracias a los años que he estado entrenando he conseguido ir parando los efectos de la enfermedad. No tenía que hacer rehabilitación porque ésta era el propio entrenamiento y los combates. Con todo lo que se dice del boxeo, yo sólo puedo asegurar que me ha dado la vida». De hecho, su empeoramiento llegó cuando colgó los guantes por la maternidad su descendencia ha dado negativo tanto en padecer como en transmitir la enfermedad. También sufrió un periodo depresivo «y el tiempo que no he estado boxeando lo he pagado caro. Me arrepiento muchísimo». Ahora tiene que valerse del oxígeno y, de hecho, prácticamente saldrá del hospital para acudir al pabellón.

«Nunca he sido una boxeadora reservona, ¿eh? Soy de las que siempre ha ido hacia adelante». Tan sólo una derrota en su palmares «ante Zuriñe Zelaya, la campeona de España». A otras las ha visto perder el combate de la vida, incluyendo a compañeras de tratamiento. Sabe que la única vía de escape es el transplante. Y ya sueña en un futuro sin botellas de oxígeno, sin ahogos y sin miedo: «en cuanto pueda, me vuelvo a poner los guantes».