Un reto extraordinario
De sin techo a maratoniano
La carrera del 16 de noviembre contará con la participación de un atleta que vive en un piso tutelado
Moisés Domínguez | valencia
«Estuve cayendo durante diez años. Y la culpa fue mía y sólo mía. Cada vez iba más abajo hasta que un día, después de haber dormido en los jardines de la plaza de Juan de Vilarrasa me sentí incómodo de verdad. No quería seguir así. Era un entorno falso». La historia de Jesús Mira seguro que se parece a la de tantos que no han podido, querido o sabido encauzar su vida cuando vinieron mal dadas. Pero su caso es especialmente singular. Todas las mañanas pone las calles de la ciudad. Se levanta, sale de la casa tutelada en la que ahora reside a las cuatro de la mañana y empieza a correr. Los kilómetros caen por docenas. Tantos, que será uno de los participantes en el Maratón Valencia Trinidad Alfonso. Su caso ha llamado especialmente la atención, le han conseguido equipación «antes corría con zapatillas de los chinos» y cuenta con acabar la prueba «porque la distancia la tengo» y hacerlo en menos de cuatro horas. Y además, pese a su escasa experiencia en carreras populares por un motivo más que lógico: «no podía costearme las inscripciones».
Jesús es hijo de la inmigración a Francia de los años sesenta. Regresó de niño a Francia y trabajó como vigilante de seguridad. Mucho antes de que la carrera a pie se convirtiera en el actual fenómeno de masas, el ya lo había probado. «Corría en el río antes de que lo arreglaran, cuando era todo piedras y montículos. Lo probé todo: correr, nadar, hacer pesas... hay deportistas de sillón, autoconformistas, pero para mi era una forma de sentirme a gusto. Y ahora, vuelve a serlo. Después de haber tocado fondo, me encanta salir y disfrutar con el deporte». Y como buen maratoniano, ha pasado por un proceso de adaptación a las kilometradas. «Empecé dando una vuelta completa al río, luego dos. Para que no fuera monótono, empecé a coger el carril bici que va al Saler, llegué a la Dehesa... pero cuando llegaba a los 30 kilómetros me atascaba. A través de una voluntaria me dieron un plan de entrenamiento y durante un campamento en Segart hice mucha montaña».
Trabaja en los talleres de la obra social de San Juan de Dios y los madrugones son para estar a la hora prevista en su lugar. «Aunque no ganes dinero, el trabajo es fundamental porque matas el tiempo y le das un sentido». Entre esto y el deporte siente que ha vuelto. «Cuando salgo a correr lo hago sin preocuparme ni de cuantos kilómetros hago y en cuanto tiempo. Me gusta disfrutar del paisaje, sentirme libre y pensar en el deporte simplemente como algo saludable, que es lo que necesito más que ninguna otra cosa. Y eso es lo que siento ahora: que no estoy obstruido por nada. Corro ya haga frío o calor, viento o lluvia». Ahora está convencido de estar preparado para el reto de dentro de dos meses. «Por supuesto que lo conseguiré. A estas alturas...».
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