Tras ganar en Acapulco, descabalgarse del triunfo y quitarse el sombrero que le ensombrecía la sonrisa, David Ferrer hablaba de política: «La crisis, entre comillas, lo bueno que puede tener es que la gente política, la clase política, pueda entender y manejar que ahí tiene que haber un cambio y el cambio se está produciendo, la gente se está manifestando». Las declaraciones sobre el Estado de la Nación eclipsaban el título, que ya se ha convertido en rutina. Tres lleva en este inicio de año el tenista de Xàbia, número 9 de la ATP, y aún no ha asomado la primavera. Las muescas en el mapa suenan a victorias en el fin del mundo: Doha, Río y Acapulco.

Allí se deshizo de Nishikori con la paciencia de un funcionario, esperando que el cabeza de serie, número 5 del mundo, se fuese deshaciendo en errores no forzados antes de las dos horas de partido. Tiene 32 años y la edad contiene en cierto modo al tipo desbocado y adrenalínico de no hace tanto, aplaca la ansiedad del jugador que ganaba por asfixia, y le confiere la serenidad del analista. Antes de jugar esta final, el alicantino restaba importancia al asunto: «es un partido más en mi carrera, es bonito porque es una final e intentaré hacer lo que pueda para poder ganar».

Parece que haya llegado el momento en la carrera en el que las estadísticas pierden valor, los números se van difuminando y solo cuenta aguantar un poco más. Pese a que confesara «estar viviendo un sueño» en el inicio de temporada, su entusiasmo suena reposado. En cualquier caso, conviene recordar el currículum del alicantino, para el resto del planeta: este es el tercer trofeo de la temporada y precisamente allí, en México, ha impuesto una tiranía de cuatro títulos. Solo Nadal, en la final de 2013, evitó el récord, personal y global: Thomas Muster tiene también un póker de torneos en el mismo escenario y solo en Auckland ha conseguido Ferrer elevar el trofeo tantas veces.

El jugador estará mañana en el Club de Tenis de Valencia para recibir el Premio Samaranch, la máxima distinción que concede la Federación Española de Tenis. Antes que él solo se lo han dad a dos hombres que llegaron al número 1 de la ATP, como Nadal y Carlos Moyá. Ahora Ferrer, otro que ha convertido la victoria en monotonía, redondeará los 24 títulos con un homenaje que acaso permite un minuto de pausa en mitad de ritmo devastador del inicio de temporada. A Acapulco llegó con la resaca de Brasil y ahora esperan Indian Wells y Miami, dos Máster 1.000. «Estoy cansado y feliz. Es una sensación extraña», deslizaba el alicantino tras el último título, una sensación que le hace volver la vista a su DNI: «es difícil que a mi edad pueda llegar a ser número uno del mundo, pero estoy contento con la carrera que estoy haciendo, que está siendo longeva». Tras los argumentos del veterano, una sonrisa de cadete; ayer se deshizo de un cabeza de serie de 25 años.