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Polideportivo

El titánico desafío de Elisa Aguilar

La ex jugadora disputará la Titan Desert sin apenas experiencia con la bicicleta, pero con ganas de enfrentarse a uno de los retos de su vida

El titánico desafío de Elisa Aguilar

Parece difícil motivar a quien lo ha ganado todo, pero hay deportistas que mantienen su ilusión intacta. Elisa Aguilar dejó las canchas hace dos años después de casi veinte en la elite del baloncesto y ahora ha cambiado el balón por la bicicleta para embarcarse en la aventura más apasionante de su vida. La que fuera líder de la mejor selección española de la historia no sabe exactamente qué se encontrará a partir del 27 de abril en la Titan Desert marroquí, pero es consciente de que será «una experiencia única» en su vida. Allí le esperan 600 kilómetros distribuidos en seis días en los que el calor extremo, las dunas del desierto y la bicicleta serán sus compañeros de viaje.

«Todo el mundo dice que estoy loca, pero me gustan los retos», asegura antes de enfrentarse a uno de los mayores de su carrera deportiva. La Titan Desert será su primera experiencia de competición en bicicleta, por ello solo se marca un objetivo: acabarla. «Todos los días corro entre diez y once kilómetros, pero la bici apareció inesperadamente en mi vida cuando Samuel Trives me propuso hacer la Titan Desert. Le dije que ni por asomo porque no había usado la bici en mi vida, pero me volvió a llamar y me dijo que había un tema social de fondo para ayudar a niños y personas adultas con trastornos mentales, por lo que eso ya merecía la pena», explica. La Titan Desert no estaba entre sus planes, pero la causa social que apoya su equipo, el Summae Team, le impulsó definitivamente a aceptar el desafío. «Esta carrera es el sueño de mucha gente y a mí me lo han brindado en bandeja. Si alguien te llama por tu trayectoria deportiva para ayudar a terceras personas no hay que pensárselo», afirma. Y eso es precisamente lo que hizo cuando aceptó la propuesta del ex jugador de balonmano Samuel Trives, quien le acompañará en esta aventura junto con el ex futbolista Roberto Solozábal y la triatleta María Pujol.

Pese a la exigencia de la carrera, Elisa apenas lleva entrenándose tres meses. «Me lo plantearon en septiembre y cuando la idea tomó forma ya era navidad. No llevo mucho tiempo, pero me estoy divirtiendo mucho preparándola. Afortunadamente, he encontrado a Sergio «el Roitx» de Godella, que me ayuda con la preparación física, y a José e Israel, de B3 Be Bike, que me ponen a punto la bici. Son gente que siempre está dispuesta a echarte una mano y que me está ayudando mucho», apunta Elisa. En ellos ha encontrado la mejor compañía para entrenarse y no pensar en lo que le deparará la prueba, aunque a medida que se va acercando el día, los nervios y la inseguridad ante lo desconocido aumentan. No le preocupa el cansancio, pero sí su inexperiencia en los pedales. «Me da miedo caerme y perderme en el desierto. Hay gente que se ha perdido y esa es una de las cosas que más me preocupa. Sé que es una prueba extrema y que voy a tener las piernas cargadas, pero eso hay que asumirlo. Sé que no la voy a disfrutar y que voy a sufrir desde el primer minuto. La disfrutaré cuando lo acabe y recuerde lo vivido», comenta.

Gracias a la bicicleta, Elisa ha descubierto un mundo que desconocía y que «engancha mucho», pero su vida sigue girando en torno al baloncesto. Se retiró en lo más alto, después de colgarse el segundo oro europeo de la historia del baloncesto femenino español, y desde entonces trabaja con la Federación Española de Baloncesto para trasladar su experiencia en la elite a otros deportistas, un apoyo que le hubiera gustado tener en su etapa como jugadora. «El couching deportivo me apasiona y creo que es fundamental. Cuando dejé el baloncesto me di cuenta de que en mi carrera hubo momentos en los que lo pasé fatal mentalmente. La mayoría de la gente siempre se había preocupado por mí de hombros para abajo, pero de hombros para arriba no lo había hecho nadie y eso es lo que marca la diferencia en el deporte profesional», explica Elisa, quien reconoce que ahora ve el baloncesto de otra manera. «Yo a veces empezaba un partido y ya sabía que iba a jugar mal porque me había levantado con dolor de espalda o porque había fallado el primer tiro del calentamiento. Si ahora volviese diez años atrás sería mucho mejor jugadora», asegura. Y eso que ha sido una de las mejores.

Referente en sus clubes y en la selección española, «el equipo de mi vida», Elisa Aguilar marcó una época en el baloncesto español y dejó especial huella en el desaparecido Ros Casares. El club y la ciudad también la dejó en ella, por eso en Valencia se siente «como en casa».«Aquí pasé mis mejores años como profesional. Tuve ofertas para irme y ni las escuchaba porque siempre me sentí muy identificada con el club. Es una pena que no siga el proyecto porque Valencia se merece un equipo de primera», afirma. El cariño que tiene por la ciudad y la afición se hace evidente en sus palabras, por lo que la pregunta aquí es obligada. ¿Te hubiese gustado retirarte en el Ros? «Sí, pero no me dejaron», contesta sin dudarlo.

Tal vez no eligió dónde, pero sí cuando. En el europeo de Francia, con la medalla de oro en el cuello, Elisa entendió que había llegado el momento de decir basta. «Era lo mejor y más honesto. Sabía que si seguía jugando iba a sufrir más de lo que iba a disfrutar», reconoce.

Ahora, el desierto de Marruecos le espera para poder volver a hacerlo. Esta vez, pedal a pedal.

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