Al igual que en los toros, en el boxeo o en el ciclismo, la historia de los trinquetes valencianos ha venido marcada por épocas coincidentes con figuras relumbrantes. Los campeonatos han cobrado especial importancia en las últimas décadas, gracias a la atención de los escasos medios informativos que prestan alguna atención a este deporte, pero en la historia de siglos de la pilota valenciana fueron los carteles del día a día y los desafíos que congregaban a gentes de todas las comarcas, los hitos que han diferenciado unas épocas de otras. Para considerarse la máxima figura había una condición inexcusable: jugar acompañado de un pelotari de segunda fila contra «tres triats», o sea, contra los tres mejores, contra una verdadera selección. Mientras no se producía ese hecho nadie tenía derecho a ser considerado como el número uno. Siguiendo esa regla inexorable; ¿qué pelotaris han tenido esa privilegiada consideración? Muy pocos, desde luego. Se pueden contar con los dedos de una mano.

Ese listado podría comenzar con el Xiquet de Quart, Alberto Arnal, que no sólo se enfrentó a los tres mejores sino que fue obligado muchas tardes a que fuera su compañero «qui fera el dau», tal era la potencia irrestable de su pegada, con pelotas de no más allá de los 35 gramos. Así pues, el Xiquet de Quart, hasta principios de los años cuarenta fue el número uno y ocupa con toda legitimidad esa galería de figuras que preside la galería principal de Pelayo. Tras el Xiquet de Quart, el mundo de la pilota coincide en señalar a Juliet como su sucesor. Su irrupción fue una verdadera revolución. En Pelayo se enfrentaba contra los mejores tríos de la época: Salvador Sagols, «El Xiquet de Villareal», Gorrea, El Grauero, Ibáñez de Casinos o Ferrer de Benaguasil. Todavía se recuerda la histórica partida del 14 de enero de 1948, tras la remodelación de Pelayo con la vuelta de Quart a este recinto del que estuvo apartado varias temporadas: Juliet y Ricardo de Moncada vencieron sin apelación a Quart y Mora. Juliet ha pasado al Olimpo de los dioses no sólo por sus enormes condiciones como pelotari sino por su compromiso con la dignificación de la figura del pelotari valenciano.

Tras Juliet fue Rovellet el pelotari elegido para convertirse en la referencia indiscutible de los trinquetes durante más de dos décadas. Desde principios de los años cincuenta hasta la irrupción de Eusebio de Riola a mediados de los sesenta hubo de dar claras ventajas s sus rivales. «Tonin» fue el pelotari que encarnaba todas las virtudes del arte de la pilota. Sus hazañas fueron muchas pero la afición siempre se quedará con los desafíos que ya en su decadencia le enfrentaron mano a mano a Eusebio, cuando éste estaba en las cumbres. Dos victorias consecutivas demostraron las distancias todavía existentes en 1965 entre el pelotari de Pelayo y el poderoso brazo de Eusebio. El de Riola también se enfrentó a los mejores tríos y la llegada de Genovés, a partir de 1973 propició una de las épocas más brillantes.

La grandeza de Eusebio de Riola, nunca suficientemente alabada como merece, se manifiesta en el hecho de que con más de cuarenta años seguía siendo el rival más poderoso para enfrentarse en trío al mítico Genovés. De hecho se retiró anunciándose casi todos los días contra Genovés. Justamente Paco Cabanes fue el pelotari que rompió todos los registros conocidos en la historia. Desde su retirada ningún pelotari ha tenido tanta superioridad sobre sus rivales. De hecho, ninguno se ha enfrentado «jugant amb una granera contra tres triats?». En el día a día de los carteles ya no ha vuelto a darse esa circunstancia. Hoy son muchos los que creen que la figura emergente de Puchol II de Vinalesa quizás pueda reeditar desafíos y carteles que llenaban los trinquetes en tarde de acaloradas pasiones.