Pocos términos quedan que permitan resumir de forma global la temporada del Valencia Basket. Si acaso, en dos partes muy contrastadas: era Perasovic y era Duran. Porque más allá del rendimiento liguero, prácticamente idéntico entre los dos entrenadores (un promedio de victorias del 58% en ambos casos, aunque el equipo ha ascendido una posición con el catalán), el equipo parece otro desde la destitución del croata en enero. No ha habido más descalabros como ante el Manresa (78-77) o el Asesoft Ploiesti (87-92), y los jugadores han recuperado la confianza para los encuentros de visitante; por otro lado, la imagen en Copa y Eurocopa ha dejado que desear y se ha debilitado un poco el «factor Fonteta».

Donde realmente se ha notado un cambio profundo ha sido en la capacidad anotadora del equipo. Si durante la primera parte del curso se echó en falta el acierto de cara a canasta que sí tuvo el conjunto campeón de la 2013-2014, la llegada de Carles Duran ha conseguido romper todas las expectativas: el Valencia Basket tiene el mejor promedio anotador de la categoría bajo el preparador catalán. Ni Real Madrid ni Unicaja, líderes de la competición, pueden acercarse a los 88,7 puntos que anotan los «taronja» por partido. El equipo ha arrasado los 79,4 puntos que obtenía de media con Velimir Perasovic, superando aquella cifra en los nueve últimos partidos de Liga ACB.

¿La pega? Al otro lado del parqué. Los respetables 75 puntos que encajó por jornada durante la primera vuelta se han disparado a 84,4. Peor marca que el colista, el Montakit Fuenlabrada, o el baloncesto Sevilla, defensa más débil de la temporada. La plaga de lesiones (en particular entre los interiores del equipo), lagunas ya habituales de concentración en momentos del encuentro, o una consecuencia inevitable de la eferfescencia anotadora del equipo... Múltiples excusas ante un problema que no solo persiste, sino que parece agudizarse en este tramo final de temporada.

La situación se vuelve incluso más increíble analizando los números «post-coperos» de Duran. En los cuatro partidos previos a la cita de Gran Canaria, bajo su mando el equipo dejó unas cifras idénticas a las de su predecesor. Tras la Copa, se disparan a los 94 puntos anotados frente a 89,1 encajados, en los ocho partidos de marzo y abril. Un auténtico disparate.

Un equipo en ascenso

En todo caso, las proezas y penurias anotadoras del Valencia Basket no han descarrilado las aspiraciones del equipo de cara a los play-offs. El descalabro del Joventut (dos victorias en sus últimos once partidos) ha aupado al equipo a la quinta plaza, y tras tres derrotas consecutivas del Bilbao Basket se encuentra al acecho de la cuarta plaza. Superado el tramo más duro de la temporada, se presentan para los pupilos de Duran cinco partidos factibles para, al menos, aguantar los embistes del Laboral Kutxa.

El mismo Duran afirmaba hace un par de semanas que no le preocupan las carencias defensivas, siempre y cuando no supongan la derrota. Parciales «grandes» en contra «de 3 o 4 minutos», que hasta ahora han ido solventando con soltura ofensiva. Las marcas individuales y colectivas no han parado de caer: a los 16 puntos sin fallo de Lishchuk del domingo pasado les precedieron el bombardeo de triples al Gran Canaria (8 en el primer cuarto, récord de la Liga ACB) o la perfección triplista de Pablo Aguilar ante el Barça. Momentos de protagonismo que, por ahora, han minimizado daños. Con todos los efectivos a su disposición, Duran esperará ahora terminar la liga regular con un poco más de seguridad.