Funciona en Crevilllent un activo club pelotari que participa en la Lliga de Llargues de Alacant, la competición que aglutina a varias decenas de localidades para sostener el juego a «ratlles».

Los chicos de Crevillent mantienen la ilusión y publican en las redes sociales toda su actividad, siempre acompañada de fotos de partidas en plena calle. En las aceras y portales de fincas de pisos puedes ver algunos pocos espectadores, curiosos o familiares de algún jugador. Pero allí, en uno de los últimos pueblos del sur donde el valenciano es el idioma propio, aunque cada vez más relegado al ámbito familiar, unos pocos quieren mantener la llama de la identidad.

En toda la comarca del Vinalopó sólo encontramos hoy el trinquet municipal de Petrer, muy activo, cantera de buenos pelotaris y de algún gran campeón como Miguel. Pero la pelota valenciana, que en otros tiempos gozaba de mucha afición, ha ido perdiendo terreno. Sólo en Monòver se mantiene con la modalidad de «galotxetes». En tiempos lejanos tuvo su trinquete, como también lo tuvo Elda, muy activo.

El Trinquet Eldense medía más de sesenta metros de largo y casi 12 de ancho. Este recinto, inaugurado en 1928 con la presencia del Faixero, Mariano de Ondara y Giner contra Lloco, Xato de Pedreguer y Mestre de Castalla, acabó convertido en un frontón de pelota a pala hasta su desaparición.

Los chicos del club de Crevillent seguramente no llegaron a conocer el Trinquet de La Vereda, levantado con sangre sudor y lágrimas en la época de la caída del cáñamo a favor del plástico cuando medio pueblo se vio en la ruina. No había dinero ni para levantar unas murallas con la altura suficiente. Funcionó hasta principios de los sesenta con campeonatos locales y comarcales que congregaban a un buen número de espectadores.

Crevillent se aferra a su identidad valenciana a través del Joc a Llargues. Ha metido a dos equipos en las semifinales provinciales de su categoría por lo que se aseguran una plaza en la gran final.

Se trata de un premio a esa heroicidad de mantener el deporte heredado de aquellos soñadores que, con sangre, sudor y lágrimas levantaron el Trinquet de La Vereda. Tanto sangre y tantas lágrimas que la familia que lo hizo posible empeñó hasta una máquina de coser para poder alzar una murallita que acabó llevándosela el viento.

Como semilla que se aferra a las entrañas de la tierra, los jóvenes de Crevillent han conseguido ver brotar una nueva planta que garantiza un nuevo futuro.