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Va de bo

David contra Goliat

Cuando en las primeras décadas del siglo XX irrumpió el balompié en tierras europeas muy pocos podían pensar que en menos de quince años se convertiría en un deporte de masas dispuestas a canalizar su sentido de la identidad, alimentar pasiones y generar beneficios para deportistas, técnicos, empleados diversos, prensa y gobiernos. El triunfo definitivo del fútbol, que hoy acapara todos los espacios informativos, supuso el declive inexorable del Joc de Pilota en todas las tierras donde pervivía desde los lejanos tiempos de la Antigüedad. ¿Cómo se puede luchar, cómo pueden luchar la manifestaciones deportivas propias ante semejante gigante que todo lo acapara? Una lucha, por otra parte, sin otro sentido que el de la supervivencia, que a poco más puede aspirarse en este mundo tan mercantilizado, tan globalizado.

Al gigante Goliat sólo se le puede hacer frente con inteligencia. Como hace, por ejemplo, la Escola de Pilota de Montserrat. En sus carteles promocionales publicados en las redes sociales reclaman la presencia de los chavales y chavalas en base a argumentos muy sólidos y atractivos. Nos llama la atención el de asegurar la titularidad. O sea, que todo chaval de la escuela va a competir y no a chupar banquillo. Esa es una de las razones por las que muchos niños abandonan disciplinas de equipo.

También ilusionan con «vivir sueños», con aspirar a la conquista de los títulos más destacados. Por eso Montserrat ha sabido combinar el trabajo de base con una plantilla ganadora. No es fácil vivir sueños si no se vive, por ejemplo, la pasión de una final como la de Faura.

Tiene el Joc de Pilota otras connotaciones atractivas para las familias: deporte limpio, sin contacto físico ni lesiones, y esfuerzos moderados. Y ser un deporte que respeta la tradición, que hereda la esencia de pueblo de nuestros antepasados. Un video divulgativo de la pelota mixteca mexicana nos muestra el testimonio de muchos indígenas que inmigrantes en las tierras de San Francisco afirman practicar este deporte porque al hacerlo «se sienten oaxaqueños, dignos herederos de los mixtecos prehispánicos». Y eso, cinco siglos después significa que el sentimiento identitario sigue vivo, en las tierras californianas y allá donde quedan gentes dispuestas a no perderlo. Esa es otra razón para apuntarse a una «escola de pilota valenciana».

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