El viejo Trinquet de Pelayo, al que se accede por una servidumbre de paso, es una callejuela sin salida. Y al igual que su ubicación, encerrado entre viejas fincas, las negociaciones para su traspaso y venta se encuentran suspendidas. Así lo confirmó ayer el empresario José Luis López mostrando una copia de todos los escritos de ida y vuelta a Santander, donde el catedrático Jaime Amorós sigue al detalle toda la polvareda mediática con respecto a esta obra, que forma parte de la historia deportiva y cultural de Valencia. Parece convencido de que tiene todas los ases de la baraja en su mano.

Si en escrito del 6 de mayo habla de una cifra tasada de 637.000 euros y le pide a José Luis López que oferte un precio, en el del 28 de agosto mantiene que «hay una discrepancia importante en el precio del inmueble».

José Luis López ofreció, hasta ayer mismo, una cantidad de 600.000 euros, en una opción de compra a ejecutar en un plazo máximo de cinco años. Cada año aumentaría la oferta con arreglo a la subida del IPC. En ese periodo se rehabilitaría con una fuerte inversión la cubierta, el piso, los baños y las gradas del recinto, a cargo del nuevo propietario. «Yo no puedo hacer una inversión de ese calibre si la propiedad no es mía», afirmaba López. «No me interesa el arrendamiento, de ninguna manera. Y así se lo he comunicado al señor Amorós. Por eso suspendo toda negociación. Sólo la podría reabrir en el caso de una contraoferta a la cifra de compra. Lo he hecho saber a la Federació de Pilota Valenciana y también al president de les Corts Enric Morera».

La decisión del empresario valenciano, único que ha mostrado interés por este edificio, viene como consecuencia del escrito recibido ayer viernes a las 9.24 horas en el que el propietario sólo muestra interés por el arrendamiento.

Posible expropiación forzosa

José Luis López tenía prevista la reapertura de Pelayo en la emblemática fecha del 9 d´ Octubre. Será imposible. El contrato de arrendamiento con Tuzón expira en diciembre de 2016 pero el actual gerente ha insistido por activa y por pasiva que cerrará el recinto, venderá sus propiedades del bar y con el cierre se dará de baja la licencia de actividad. Sería el adiós definitivo a Pelayo. De ahí que Tuzón exija más de cien mil euros para el traspaso legal.

Recuperar la licencia supondría entrar en un laberinto de imposible salida porque el trinquet no cumple con las exigencias de apertura de lugares públicos. Cualquier denuncia anónima pondría contra la espada y la pared a la administración que la otorgara.

La clase política realizó declaraciones de buenas intenciones pero sin una acción decidida todo puede precipitarse. De ahí que surja la voz de la «expropiación forzosa», dado el valor histórico y cultural del recinto. Y que cada vez más se hable de la necesidad de un Nou Trinquet en la capital valenciana, ubicado en un solar céntrico, mientras los trámites de la expropiación conducen a Pelayo a un centro cultural relacionado con el deporte propio, un museo, salón de actos, centro de conferencias sobre cultura popular valenciana, que mantuviera la estructura del trinquet. Y mientras esas soluciones llegan, trasladar la actividad al Trinquet de la Universitat Politècnica.