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Raíces y horizontes

De todo lo que se ha hablado de Pelayo en el último año, y mira que se ha hablado, me quedo con las palabras del Director General del Deporte cuando dijo que recuperar este trinquete para jugar un par de partidas semanales no tendría sentido. Y señalaba que este recinto debía adquirir la condición de centro referencial del que se considera deporte nacional valenciano.

Recuperar Pelayo es apostar por un emblema del patrimonio cultural europeo. Sí, europeo. Porque Pelayo, nacido en 1868, es, después del esferisterio de Alba, de 1857, el recinto deportivo en uso más antiguo de Europa, lo que quiere decir que lo es también del mundo occidental. Lo es porque el juego de pelota llenaba calles, plazas y trinquetes de medio continente desde la Baja Edad Media. El Tratado del Juego de Pelota del renacentista italiano Scaino nos detalla todas las modalidades de la época que, básicamente, son las mismas que hoy se conservan, incluida la «palla corda», antecesora del tenis, ese hijo patentado por los ingleses para convertirlo en un juego de pelota universal. En Wimbledon los tantos se cantan igual que en Pelayo, y no al revés. Y eso han de saberlo los escolares valencianos, no por ser valencianos, que también, sino por valorar la cultura deportiva europea que, miren por donde, tiene uno de sus santuarios en el centro de la capital valenciana.

Recuperar Pelayo no es «para mirar-se al melic», que es algo que tiene corto recorrido, sino apostar por un horizonte abierto desde la solidez de profundas raíces. Pelayo puede y debe unirse, con absoluta legitimidad, a la ruta turística de aquello que identifica y diferencia a una ciudad a los ojos del visitante. Sólo por eso ha valido la pena salvar Pelayo. Y debe ser un recinto vivo, activo, abierto a los jóvenes escolares pelotaris, al mundo lúdico de los barrios valencianos, a los clubes que encontrarán entre sus paredes el orgullo de jugar donde jugaron los mejores pelotaris desde el Tramusser, al Nel, desde Simat a Juliet, Rovellet, Eusebio y Genovés. Y debe recuperar la prestancia de la «Partida del Dissabte», cuando ese cartel marcaba referencias en todo el territorio pelotístico valenciano.

Viene ahora la gran y hermosa tarea que debe encomendarse a gentes con grandes ilusiones. Tienen un buen ejemplo en la gestión del frontón Labrit de Pamplona, fuente de ingresos para la Federación Navarra de Pelota. Dinero público para uso público, que lo otro, lo de gastar dinero de todos para engordar patrimonios particulares es política podrida, indigna de los nuevos tiempos. Y en eso, que nadie lo dude, no puede haber componendas ni excepciones. Viene recuperar el orgullo de ser pelotari profesional, libre e independiente, como lo son nuestros hijos tenistas, que no son siervos de nadie, ni se arrodillan ante nadie porque son ellos los que arrancan aplausos, llenan gradas y escriben la historia. No se ha salvado Pelayo para hacer lo mismo de siempre, lo que le llevó a las puertas de la muerte. Para eso no se ha salvado Pelayo.

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