Más de 100 muertos era el balance que contrastaba pasada la medianoche de este viernes uno de los capítulos más negros de la historia reciente. Seis ataques terroristas ensangrentaban París y sacudían un escenario al que se asoma ahora el planeta con gran preocupación. A menos de ocho meses de albergar la Eurocopa y convertirse en el epicentro del fútbol, Francia tiembla como un alambre al viento. A pesar de que se había activado la alerta policial con motivo de la Cumbre del Clima que se celebra entre los días 30 de noviembre y 11 de diciembre y que desde los atentados del pasado mes de enero patrullan por las calles más de 7.000 militares, el terrorismo apagó anoche la ciudad de la luz. El presidente de la República, François Hollande, que presenciaba el encuentro de carácter amistoso entre la selección local y Alemania, era evacuado de forma inmediata del Estadio de Francia en un helicóptero. En las gradas, más de sesenta mil personas iban enterándose a través de sus teléfonos móviles de que se encontraban justo en el ojo del huracán, quizá en un escenario trágico que no hubiesen llegado a imaginar jamás.

Ante ellos, una realidad difícil de digerir. El partido de fútbol continuaba disputándose sin interrupciones para no desatar el pánico. Hasta el final del partido los jugadores y el árbitro no fueron conscientes de lo sucedido. El balón rodaba sobre el césped mientras el ruido atronador de los explosivos de al menos dos atentados suicidas -uno de ellos cerca de un acceso- se descolgaba hacia el terreno de juego y llegaba a confundirse con pirotecnia.