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Baloncesto

"No tengo ídolos porque empecé a jugar al basket a los 16 años"

Justin Hamilton, la estrella del Valencia BC, se declara un adepto de la siesta y del Mercado Central

"No tengo ídolos porque empecé a jugar al basket a los 16 años"

La relación de Justin Hamilton (1990, Newport Beach, California) y el Valencia Basket es como la de dos enamorados. Los dos están encantados se haberse conocido. El pívot norteamericano se amolda a su nueva vida a la velocidad con la que anota sus canastas. Su progresión resulta llamativa por muchos aspectos. El primero, porque no empezó a jugar en serio al baloncesto hasta los 16 años. Hace sólo diez. Por eso, no tiene grandes referencias, ni grandes ídolos de la infancia. «Como empecé tarde, no tenía ningún ídolo. Pero escuchaba historias de algunos jugadores y me gustaba ver a Kobe Bryant, Dirk Nowitzk y Al Jefferson», confiesa.

Su vida en Valencia, ahora, es la quimera de muchos deportistas jóvenes. Es muy feliz. «Me encanta la ciudad. He estado explorándola con mi novia y hemos encontrado excelentes restaurantes. Pero lo que más me gusta es ir a comprar fruta al Mercado Central», explica el jugador, el cuarto con más valoración de la Liga Endesa y gran sensación de la competición. «Además, su playa me recuerda a la de California. Es preciosa», añade.

Hamilton llega a su cita con Levante-EMV quince minutos tarde, retraso que está totalmente justificado: después del entrenamiento se ha metido con agua helada en la bañera. Necesita este tipo de ejercicios de recuperación. Porque el chico no para y Pedro Martínez, el entrenador, lo quiere a punto para cada partido. Resulta que el técnico, y el club, han encontrado un filón en el rubio californiano de 2.13 de altura. Más allá de su rentabilidad en la pista, es un jugador comprometido. Y todo apunta a que durará poco. Tras su llegada de los Timberwolves de Minesota y su irrupción en La Fonteta, equipos de relumbrón le siguen ya con lupa. Es normal. Pero de eso no dice nada. «Estoy disfrutando del momento».

A Hamilton le ha cautivado la afición valenciana. La siente cerca. «Son estupendos. Desarrollas una relación con ellos muy cercana. Los ves a todas horas y hay una gran comunión con ellos», valora. «En Estados Unidos es diferente. La relación es más distancia, más fría, porque los pabellones son más grandes y no sientes al público tan cerca», afirma. «Aquí los aficionados son geniales, muy entendidos. Aunque son muy apasionados, conocen el juego y te animan también cuando fallas», explica.

Las rutinas de Justin Hamilton han cambiado en Valencia. Le fascina la cultura mediterránea, sus costumbres. «¿La siesta? Por supuesto que la practico. Los días de partido es fundamental. Cuando me despierto me pongo música y ya me voy concentrado a la pista para darlo todo», comenta.

Como todo deportista, el americano tiene sus manías. Se ata la zapatilla izquierda primero. Si algún día se salta la liturgia vuelve atrás. «Me las desato y vuelvo a empezar», recuerda.

El pívot de Newport Beach se declara creyente. Es un creyente a secas, eso sí. «¿Católico o protestante? No pertenezco a ninguna religión. Simplemente, creo en Dios», explica. En pleno auge del terrorismo islámico, Hamilton se muestra como un tipo tolerante. «Están pasando tantas cosas que es difícil formarse una opinión. Hay muchos musulmanes buenos en todo el mundo. Por una parte que hay de radicales, no podemos generalizar», valora en su inglés «americano».

Su español va mal. Lo reconoce. «No es nada bueno. Ni siquiera estoy tomando lecciones, pero aprenderé con el día a día, estoy seguro», expresa un jugador que, en la pista, se entiende a la perfección con sus compañeros.

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