Además de la natación, el otro gran perjudicado por la escasez de piscinas cubiertas de 50 metros de longitud en la ciudad de Valencia es el waterpolo. Lo vivió en sus carnes el Club Deportivo Waterpolo Túria en 2010 y 2011, en su experiencia en la División de Honor española, la máxima categoría nacional de este deporte. Entonces, el equipo valenciano, que entrenaba en el barrio de Natzaret, se vio obligado a ubicar su sede para los partidos en Castelló, a 75 kilómetros de su «casa». De esta manera, cada dos semanas, el equipo valenciano debía viajar hasta la capital de la Plana para celebrar sus encuentros como local.

No tenía otra solución, ya que en la máxima categoría del waterpolo nacional se exige que el campo de juego tenga 30 metros de largo y que la parte posterior de las porterías esté fuera de ese campo «terreno de juego». Por lo tanto, la cancha necesita, como mínimo, 33 metros de largo. En Valencia, esas condiciones no se daban en ninguna piscina que pudiese utilizar el Waterpolo Túria. De ahí su exilio a Castelló.

Desde la Federación Valenciana de Natación se remarca que el ejemplo de lo sucedido con el Waterpolo Túria dificulta que haya otros clubes interesados en dar, realmente, un impulso a sus equipos para ascender a la División de Honor, ya que las desventajas son importantes.

El proyecto de Nou Moles

El Ayuntamiento de Valencia aprobó en 2011 la construcción de un polideportivo en el barrio de Nou Moles con una piscina apta para la práctica del waterpolo. El coste de la iniciativa, anunciada por la entonces alcaldesa Rita Barberá, alcanzaba los 13 millones de euros. La inversión iba a correr a cargo de la Generalitat. No obstante, la falta de financiación mantiene bloqueadas las obras en este futuro recinto deportivo, en el que podrían alojarse los clubes de waterpolo más importantes de la ciudad.