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Pilota

La pilota corre por las venas del obispo

Arturo Ros Llopis, carismático jugador de Vinalesa, le inculcó a su hijo la afición familiar antes del seminario

La pilota corre por las venas del obispo

Arturo Ros Llopis, «Artur l´estanquer», era uno de los jugadores más carismáticos del equipo de pelotaris de Vinalesa cuando jugaban contra los mejores pelotaris de l´Horta, en aquellos desafíos a la modalidad de Llargues que congregaban a cientos de aficionados de los pueblos de la comarca. Artur era el propietario de un estanco de la localidad. Su padre, abuelo del actual obispo, Arturo Ros Montalt, es beato mártir ya que murió en la guerra civil por sus ideas católicas.

Arturo Ros «l´Estanquer» pertenece a la generación en Vinalesa que sucedió a Sensiet, que llegó a vestirse de blanco, en los años treinta y a los hermanos Barraqueros, Joan, Josep y Jesús. Fue contemporáneo de otros jugadores como El Manyo, Xipa, Aparisi o Valero, suegro de Puchol y abuelo de Puchol II, la actual figura de la pilota moderna.

L´Estanquer inculcó la afición al deporte a su hijo, Arturo Ros Murgadas, que en su niñez disfrutaba de las partidas que se jugaban en la calle Sant Honorat. En casa del nuevo obispo auxiliar de Valencia la presencia de la pilota era diaria, en conversaciones con su padre, un jugador que también seguía con interés las evoluciones de Puchol en sus desplazamientos por los trinquetes valencianos.

El chaval parecía tener buenas cualidades para este deporte, pero optó por los estudios mercantiles. Decidió cumplir con su vocación sacerdotal después de trabajar en una oficina bancaria. Fue superior del seminario desde el año 2000 a 2005.

Otro obispo pelotari

La diócesis de Valencia ha conocido otro obispo pelotari. Es el caso de José Vilaplana Blasco, nacido en Benimarfull, localidad de la comarca del Comptat. Fue obispo auxiliar de Valencia desde el año 1984 al 1991. Hoy es obispo de la diócesis de Huelva. José Vilaplana Blasco protagonizó una anécdota muy simpática, cuando en una visita pastoral a Xirivella tropezó con una partida de «galotxa» en la calle contigua al Casino. No se lo pensó dos veces y con sotana incluída se lanzó a jugar al «bot» con tan buen estilo y acierto que encandiló a los aficionados presentes.

Sin duda conservaba una buena forma de cuando, de niño y joven destacaba en las partidas de su pueblo. Aquella anécdota protagonizó una de las portadas de nuestro periódico.

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