La picardía de Voro le devolvió la sonrisa anoche al Valencia. La sencillez del técnico de L´Alcúdia consistió en recuperar las constantes vitales del equipo en tres reglas básicas: los centrales defienden y despejan, los interiores auxilian a los laterales y el mediocentro (Enzo Pérez) ayuda a todos los demás. Bajo esas premisas, el Valencia ganó su primer partido de la temporada. Sufrió hasta el final, cada pelota dividida resultó agónica para sus jugadores, pero se encontró con el premio del penalti a Bakkali y la transformación del abucheado Parejo. Estos dos jugadores decidieron al final el encuentro. El primero porque Voro tuvo la habilidad de darle el último cuarto de hora para romper el choque. El extremo belga está llamado a esos minutos finales, por su explosividad. Le dio muchas salidas al Valencia, el desborde que le había faltado. Y después Parejo mostró la valentía de lanzar el penalti. Es su obligación, pero venía de una tormenta de abucheos después de una nube de negatividad en su juego: no salía de ninguna emboscada del Alavés, completamente bloqueado.

Respecto al último partido en San Mamés, Voro solo introdujo un cambio en la alineación: Enzo Pérez, cumplida la sanción, por Mario Suárez. La otra novedad fue ubicar de inicio a Munir de 9 y no abierto a la derecha como hizo Ayestarán en Bilbao. Eso supuso que Rodrigo volviera al flanco derecho. Pero el verdadero cambio estuvo en las órdenes que tenían los centrales de no complicarse: consciente de las limitaciones técnicas de Aderlan Santos y Mangala, Voro les pidió practicidad y balonazos (no se puede luchar contra la naturaleza).

El equipo fue, sin embargo, un manojo de nervios. Se veía a la legua que los futbolistas del Valencia estaban sin confianza, sin ideas, sin fuerza. Nani, por ejemplo, fallando pases a cuatro metros que no ha fallado en su vida. La suerte esta vez vino en ayuda de Voro cuando el central Laguardia cabeceó hacia su portería un centro desde el perfil del 10 de Gayà.

La mayoría de los jugadores del Valencia fueron a beber agua a pesar de que no había llegado ni la media hora, fruto de la ansiedad: la boca se seca y los pulmones parecen en reserva. Un mal síntoma.

El indulto a Parejo

Ni siquiera la ventaja serenó a los chicos de Voro. Intuían que cada ataque vitoriano podía acabar de la peor manera para ellos. No tanto por la destreza de los hombres de Pellegrino como por el pánico de los de Voro. El empate llegó al filo del descanso, en un córner cabeceado solo por Toquero, relacionado inevitablemente como el de la semana anterior por Aduriz: otra vez el delantero rival con espacio y tiempo para colocar la pelota lejos del alcance de Diego Alves. De nuevo los centrales en Babia, justo antes del descanso. Otra vez a remar contracorriente en la segunda parte. El primer periodo había dejado un regusto amargo en la grada de Mestalla. El fútbol del Valencia había sido pobre en todas las líneas, ya no solo se trataba de una lacra defensiva.

Voro le dio paso a Santi Mina por Rodrigo tras el descanso. El equipo salió con otro aire, más desinhibido, con más ímpetu, como el cabezazo picado de Mangala al palo a otro centro de Gayà. Parejo entró en ua espiral de negatividad, ofuscado en querer conducir y entrar por el centro.

Sujetado por Enzo Pérez y rodeado por la angustia del resultado, la mente limpia de Bakkali le dio el triunfo al Valencia. Picó Llorente y le enganchó dentro del área. Era penalti pese al enfado de Pellegrino, que incluso saltó al campo al final del encuentro. Parejo, por una vez, recibió el indulto de Mestalla.