La mente, tan poderosa en el deporte, está jugándole malas pasadas al Valencia, que pierde cuando lo merece y cuando no. Anoche cayó ante un Sevilla muy vulgar que no hizo nada especial para ganar (solo disparó una vez a puerta y anotó dos goles). El portero visitante, Diego Alves, ni siquiera hizo una parada, ni una, en todo el partido, pero se encontró con dos fallos garrafales de su defensa: en el primer gol se equivocan Siqueira, que no tapa a Vitolo, y Garay, marcando en propia puerta sin presión alguna; y en el segundo yerran los dos mediocampistas al no tapar el borde del área tras un rechazo a la salida de un córner. Todo eso tiró por la borda una sutileza en el gol de Munir y un esfuerzo titánico por empatar, frustrado al final por ese disparo a quemarropa de Gayà repelido por Sergio Rico en el tiempo de descuento. Ya es paradójico que un Valencia con cinco zagueros acabara perdiendo por los fallos estrepitosos de su sistema defensivo, una vez más. Ya son cinco jornadas sin ganar y anoche se perdió una enorme oportunidad de salir de la depresión.

El mejor atacante del Valencia fue, al principio, Rami, al entregar varios pases a los delanteros de Prandelli. No pudieron aprovechar los regalos ni Nani ni Parejo, deficiente en el control con la izquierda. El defensa francés, además, cometió faltas alrededor de su área que enfurecieron al Sánchez Pizjuán, consciente del poderío aéreo del once de Prandelli, cargado de músculo y centímetros.

A técnico italiano le salió bien el plan en la primera parte, con una defensa ruda y poblada, de cinco hombres. El cuadro de Sampaoli estuvo atascado, cansado del choque de Champions ante el Juventus, sin claridad más que la ofrecida por Sarabia ante Siqueira. En su debú en la Liga, al lateral izquierdo brasileño le costó pillar el ritmo al partido, pese a estar arropado por la ayudas de los centrales y de los mediocentros defensivos.

El Valencia obvió el centro del campo y buscó lanzamientos largos para la velocidad de Nani y Rodrigo, desafortunado el primero en alguna brillante acción individual y desacertado el segundo. El conjunto de Prandelli no pasó apuros en este primer tiempo espeso en la que el árbitro pudo perdonarle un penalti de Mangala a Vitolo: lo agarró del cuello cuando el delantero canario trataba de salir con un regate hacia su izquierda.

La segunda parte varió por la presencia del japonés Kiyotake en la alineación local. Pero el Valencia mostró su talón de Aquiles: Siqueira. Le bastó al Sevilla enviar un balonazo a Vitolo y el atacante canario, con un simple recorte, dejó a varios metros al lateral brasileño. Su centro al área lo embocó en propia puerta Garay con la cadera.

Tras el mazazo, Prandelli volvió a la defensa de cuatro tras retirar a Abdennour y dar paso a Munir. El Valencia necesitaba responder. Lo hizo Munir con elegancia. Marcó el desmarque por el carril derecho del área. Recibió el pase en profundidad de Cancelo y cruzó con el exterior de la zurda al palo contrario, suave y limpio.

La frustración de Gayà

El gol pareció dar la confianza al Valencia de creer en su juego y no solamente en el balón parado. Tuvo minutos para ganar, desconcertado el Sevilla, pero le faltó ambición. Y reculó poco después cuando Sampaoli lanzó al Sevilla adelante. Como el Valencia sigue siendo un desastre defensivo, el gol sevillista no tardó en llegar. Un córner a favor, un rechazo de cabeza de Mangala y nadie en la frontal del área para evitar el disparo de Pareja. Una nube de defensores se convirtió en una trampa mortal para Diego Alves, incapaz de ver salir el balón. La urgencia llevó al Valencia a quitarse todas las ataduras, atacando con todo en el último tramo. Llegó la ocasión de Gayà y esa gran parada de Sergio Rico. El lateral de Pedreguer se marchó maldiciendo su mala suerte. Y la de un equipo condenado por sus errores, una y otra vez.