"Joseph Blatter incumplió el Código Ético de la FIFA y la sanción impuesta por la Comisión de Apelación no es desproporcionada". Con esta sentencia el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) ha cerrado el círculo que rodeaba a Joseph Blatter, obligado a cumplir de pleno seis años de inhabilitación.

El poderío de 18 años ininterrumpidos como presidente de la FIFA concluyen este lunes de una manera dolorosa para alguien que lleva más de doce meses reivindicando su inocencia y que tiene que presenciar el empañado final de su carrera como dirigente.

"Honestidad", "limpieza" y "conciencia tranquila" son parte de los términos que Blatter ha dicho en voz alta cada vez que ha podido, después de abandonar de forma inesperada, pero también forzada ante lo que se avecinaba, el despacho presidencial que ocupaba desde el verano de 1998.

Prueba de ello fue la presentación el pasado abril de su biografía titulada "Sepp Blatter. Misión y pasión por el fútbol". "No he cometido ningún delito. Puedo vivir con todo esto porque tengo la conciencia limpia. He sufrido, pero ya no sufro más. La pasión de Cristo también era sufrimiento".

Sus palabras reflejan la fidelidad y la lealtad a si mimo de alguien que representa a la perfección eso de "genio y figura" y casi siempre con una sonrisa. Aunque únicamente él sabe si hay más pose que realidad en ello, Blatter ha sido capaz de mostrarse inmutable y casi impermeable ante la tormenta que empezó a descargar sobre la FIFA a finales de mayo de 2015 y que es el origen de todo.

Horas antes de su reelección para un quinto mandato (29-mayo-2015), la policía suiza, en colaboración con el FBI, procedió a la detención de varios directivos de la FIFA en Zúrich dentro de una investigación por posibles casos de corrupción.

Pese al renovado aval en las urnas, Blatter renunció al cargo días después, el 2 de junio de 2015, con el argumento de que el apoyo recibido no lo compartían todos y de que debía dar ese paso "para limpiar la imagen de la FIFA".

También dijo entonces que la FIFA "necesitaba una profunda reestructuración", un mensaje que suponía el reconocimiento de errores en la organización, sometida ya a investigación interna y por el FBI tras la concesión en 2010 a Rusia y a Catar de los Mundiales de 2018 y 2022.

La investigación del FBI, que ha forzado extradiciones de dirigentes y exdirectivos de FIFA mayoritariamente de Sudamérica y Centroamérica, y la que en paralelo lleva la justicia Suiza, que imputa a Blatter por posible gestión desleal, mantienen abierto un caso que cuando llegue a juicio seguirá dando que hablar.

Presuntos pagos indebidos

En paralelo a esto, la propia Comisión de Ética que él creo para justificar la independencia de la justicia dentro de FIFA le impuso una primera sanción temporal (90 días), que después se amplió a seis años, por presuntos pagos indebidos en 2011 al entonces presidente de la UEFA, Michel Platini, igualmente sancionado y apartado del fútbol.

Platni logró en el TAS que su sanción se rebajara a cuatro años. Blater no pidió reducción y por tanto el TAS no la ha considerado. Simplemente ha resuelto que es culpable de incumplir el Código Ético de FIFA y que los seis años no son una sanción inapropiada por ello.

Aunque ya lo era, desde hoy Blatter es mucho más parte de la historia de la FIFA y el fútbol, un deporte que no dejó de crecer y de enriquecerse en su presidencia y que pese a sus gestos de solidaridad, también ha servido para otras cosas, como para cobijo de "demonios", según palabras del mismo Blatter.

Imaginarios o no, los "demonios" han llevado al TAS a exponer hoy lo que se presenta como el epílogo de un discurso que Blatter empezó hace cerca de 20 años y que nunca pensó que acabaría así. Pero el final de su carrera ya está escrito y el paso del tiempo es inapelable.