Quien tenga dudas de la contribución de las promesas de Paterna para acudir al rescate de un Valencia sin soluciones, pueden tomar nota del encuentro de anoche en Pamplona. En el contexto más dramático, en la visita a un colista que llevaba seis derrotas seguidas, la histeria ambiental abrumó a veteranos como Mario Suárez, Parejo o Enzo Pérez. Los jugadores llamados a llevar la batuta, a dar la cara por el proyecto, por el escudo, naufragaron sin excepción. Ante tanto pánico, Carlos Soler impuso la pausa, la decisión sensata. En su primera titularidad, el mediocentro de 20 años enseñó un camino para la esperanza. Tampoco desentonó Toni Lato, tampoco le temblaron las piernas. El lateral zurdo entró tuvo 45 minutos por delante por la lesión de Siqueira y respondió sobrado de velocidad y valentía. No fue suficiente para ganar (no se hace desde mediados de octubre) e inhalar una bocanada de aire sano.

Es posible que haya un equipo igual de desgraciado que el Valencia en este campeonato: ese es Osasuna. Un primer tanto en el minuto 2, otro autogol en el 45, son unas señales dolorosas también conocidas este curso en Mestalla. El Valencia se reencontró con los fantasmas que nunca le abandonan. Volvió a dejar escapar la victoria en el descuento, en la fatídica zona Cesarini, y encajó tres goles contra un equipo que solo había marcado 4 tantos como local en todo el curso.

La sensación térmica era de 3 grados, pero anoche en el Sadar más que frío se respiraba miedo. En ese escenario de errores en las entregas, dudas continuadas, balones divididos y jugadores fuera de su posición, a Soler le costó entrar en el partido. A partir de los 25 minutos, cuando descendió la adrenalina local posterior al empate de Oriol Riera, el Valencia recuperó la pelota y Soler empezó a sentirse a gusto. Aparecía entre líneas, tocaba en corto, encontraba socios...

El ejemplo de Héctor Núñez

El brío de la juventud es el estímulo al que puede aferrarse el Valencia. Voro tiene la oportunidad de imitar aquella jugada que realizó Héctor Núñez en la temporada 93/94, en los meses de confusión que siguieron a la debacle de Karlsruher. El Valencia caía en barrena y el técnico uruguayo buscó agua potable sacando a cinco canteranos del Mestalla liderados por un imberbe Mendieta. La apuesta sirvió al menos para que el equipo ganase frescura mental, para no resignarse. A esa energía renovadora se añadió anoche Munir. Marcó el primero embocando la pelota con calidad y asistió en el tercero a Montoya. Con 13 puntos en 17 partidos, el camino parece claro. Ante todo el barro que queda, rabia y juventud.