El buen ambiente, las bromas y las conversaciones relajadas que había ayer en el avión de regreso de Sevilla, explican la importancia del punto cosechado en el campo del Betis. El 0-0 sutura la tendencia autodestructiva en la que corría riesgo de incurrir de nuevo el Valencia, después de las derrotas contra Las Palmas y Eibar. El resultado no es de gran ayuda en la clasificación, pero desprende otras lecturas. Habla de resistencia, de no resignarse, de tambalearse pero lograr mantenerse en pie, de ganar en todas las estadísticas. Ayer, en un campo difícil, contra un rival en fase expansiva, el Valencia aguantó el tipo e incluso pudo haberse llevado la victoria, de no ser por el penalti incomprensiblemente ignorado por Trujillo Suárez en el minuto 25.

«La acción era tan clara que hasta el estadio se ha quedado en silencio, asumiendo que era claro y que no había nada que hacer», afirmaba Nani, todavía incrédulo, al final del encuentro. La jugada encolerizó a los valencianistas, poco habituales en las protestas. Y no solo por la claridad del lance, con el brazo extendido de Pezzella, el rebote manso de la pelota y el gol evitado. La frustración aumenta por la facilidad con la que el Valencia es, en cambio, castigado con expulsiones y penaltis en contra, en episodios mucho más dudosos que el de ayer en Heliópolis. Hay mucho trabajo de despacho por hacer a la hora de recuperar cierta complicidad federativa. Para empezar, definir un interlocutor para exigir un trato justo. Ante el desierto institucional, ayer fue Juan Cruz Sol quién dio la cara, para un cometido que no es el suyo.

El encuentro es el ejemplo también de que el Valencia no ha perdido la genética competitiva y el ánimo combativo. Eso sí, es un equipo cogido con alfileres y piezas justas. Dos de ellas, Parejo y Nani, estaban de regreso tras su sanción de efectos devastadores contra el Eibar. Con los dos en el campo, el Valencia mejora en personalidad. Llega a ser, por momentos, un equipo con iniciativa y prolongado dominio de la posesión. El capitán dirigía y el portugués aportaba esa pizca de calidad en el último pase. A su sociedad se unió Orellana, diminuto y molesto como un mosquito, tocando en tres cuartos con una libertad de movimientos que iba, a su vez, transformando el dibujo táctico de un Valencia con matices. Tiene Voro el agradable reto de incorporar a Carlos Soler a esa pizarra para que el equipo acabe de despegar y se aleje de fantasmas.

Evolución y sufrimiento

En el análisis destacan otros nombres propios. Montoya y Gayà siguen en crecimiento, cada vez a mejor nivel y hasta rozando el gol. Mario Suárez detuvo su caída libre y volvió a su versión más eficaz. Santi Mina, sin oportunidades claras, confirmó que su posición es la de nueve. Su lesión en la rodilla es una pésima noticia. En una matinal lluviosa, los blanquinegros dejaron patente que son un equipo aún convaleciente, en reconstrucción. La portería quedó a cero, pero el Betis disfrutó de llegadas variadas y se topó dos veces con el poste. Sin el sancionado Garay, Santos instaló a la defensa en una montaña rusa, hasta que fue suplido por Abdennour. Y Zaza sigue dando pasos demasiado lentos y pesados. Es una apuesta fuerte, de tal riesgo que debería ofrecer pronto alguna esperanza. Por mucho que no se discuta el pundonor, de momento su incidencia se resume en rebotar, como una piedra y cometiendo falta, contra los defensas rivales.