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Entrevista

Víctor Luengo: "Nunca bajamos el pistón ni nos subimos a las nubes"

El estandarte, junto a Rodilla, de los años gloriosos del club «taronja», explica la filosofía del club en estos días en los que acaricia otro título

Víctor Luengo: "Nunca bajamos el pistón ni nos subimos a las nubes"

Estos días estarán siendo especiales para usted. ¿Actualiza sensaciones?

Exacto. Esa es la palabra: actualizar. Tienes esa parte de exjugador y la final te genera un ansia... Me sentaría otra vez en el banquillo, porque sientos esos nervios que te llegan hasta las manos porque club pueda ganar un título. Y vivir otra vez lo que significa, que es volver a jugar la Euroliga, que es el caballo de batalla del club. Aunque creo que estamos demostrando que somos club Euroliga, por la forma de trabajar, por todo lo que llevamos detrás, por el proyecto. Eso te hace estar entre nervioso y emocionado. Sufres más que en los partidos normales porque te sientes parte, pero no eres actor.

¿Han cambiado su perspectiva de la final después de la derrota en Málaga?

No. Sigo teniendo la sensación de que somos mejores y de que vamos a ganar. La Fonteta también juega, así que vamos con ventaja.

Luengo estaba en la pista en el únito título (ULEB de 2003) que el club ha ganado en La Fonteta.

Sí, y es algo «especialísimo».

Como director de marketing, usted lo sabrá bien. ¿Qué valor tiene hoy la marca Valencia Basket? ¿Se vende fácil?

Ahora mismo es un valor grandísimo. Hemos conseguido que más allá de lo deportivo, la marca tenga un peso específico dentro del baloncesto y de la sociedad, y eso genera confianza. Somos un club muy serio y también muy amable, que trabaja con unas líneas muy claras. No con el ‘queremos hacer’ sino con el ‘vamos a hacerlo’, como la Ciudad del Basket, que nos convertirá en un referente europeo del baloncesto base. El club trabaja para que podamos tener esa Euroliga. Vamos como un martillo. Si no es este año, será el siguiente, y si no el siguiente. Y no bajamos el pistón ni tampoco nos vamos a las nubes. No como aquella vez que teníamos 20 millones y ahora 8 y ahora otra vez 20. Somos una ciudad difícil, porque manda el fútbol. Con el Valencia y Levante en Primera, hemos seguido con 7.800 abonados y nos quedamos sin entradas. Ya no estamos por detrás del fútbol. El resto de Europa nos ve con mucho respeto. Hemos cambiado totalmente el chip, ya que desde hace 5 o 6 años hemos pasado de ser un club al que se venía a ganar dinero a ser un club referente que paga lo que se tiene que pagar. Que exige todo el compromiso. Donde se está bien, pero en el que se viene a trabajar. Que nos vean ahora con esa referencia, a nosotros nos vale mucho. Es verdad que ha habido malos años de fútbol, eso nos ha hecho sacar más la cabeza. Con todo lo que estamos haciendo, nos hemos convertido en un club muy serio, con mucho poso.

Y les duran mucho los patrocinadores.

Sí, es muy fácil entrar. Damos más de lo que firmanos. Cuidamos a nuestros patrocinadores. El que ya no está con nosotros, es porque no le ve más sentido o porque no tiene más. Las relaciones suelen ser muy largas, incluso tenemos de 20 años. Con Luanvi, Puleva, Zurich, Ford Montalt, Coca-cola... tenemos relaciones muy largas.

La fidelidad recíproca con Luanvi lleva camino de récord. ¿No hay aficionados que les pidan otra marca?

Sí, hay que gente dice que por qué no cambiamos. Muy bien. Una camiseta de Adidas vale 85 euros. De Luanvi, elegimos nosotros el diseño, el color, el almacén está ahí al lado, y cuesta 35. ¿Cuántas vendo a 85? Menos de la mitad, por mucho Adidas que sea. Con Luanvi, haces un pedido y lo tienes aquí enseguida. Nos conocemos de muchos años. Eso da un valor añadido.

¿Le consta que hay gente que ha cambiado el pase del fútbol por el del baloncesto?

Sí, ahora hay gente que lo hace al revés. Antes muchos se sacaban el pase del Valencia y venían aquí comprando alguna entrada y ahora muchos se sacan el del Valencia Basket, que es barato e incluye todos los partidos, y sólo van a algún partido importante a Mestalla.

La cultura del esfuerzo, ¿no excluye el talento?

El esfuerzo te lleva muchas veces al éxito. Hay una frase nuestra que dice: «Cuanto más esfuerzo, más suerte tengo». El talento existe, pero si no lo trabajas, no sirve para nada. Por aquí han pasado jugadores con talento a cascoporro, pero si no trabajan... Si uno no se esfuerza o no tiene la cabeza amueblada, se queda en el camino. El esfuerzo es lo que te hace explotar el talento. Hay jugadores con talento que no han llegado, y otros sin talento que han jugado mucho. Yo me considero un jugador así. Mi talento era hasta aquí, pero a base de esfuerzo fui desbancando a quien tenía que desbancar. Además, vivimos en una sociedad en la que parece que tenemos que dar todo hecho a nuestros hijos. Te lo digo como padre, somos muy sobreprotectores. Tenemos que enseñarles que hay que esforzarse. Puedes tener 18 carreras, pero es el esfuerzo el que te va a llevar a algún sitio. Los dejas solos en la calle, y a las dos esquinas se pierden. Están muy tiernos.

¿Se siente la figura de Juan Roig en el día a día del VBC?

Es la figura principal. Sin él no existiría nada de esto. Como exjugador y miembro del club, se lo de debemos todo. No solo por lo que está haciendo y va a hacer, sino porque un día determinado apostara por lo que era muy complicado, por el baloncesto en Valencia. Crear un club que desaparecía de una sección de un club (Valencia CF) es muy difícil. Esto se funda en 1986 y en dos años estaba jugando contra los grandes. La apuesta inicial es lo que hay que valorar. Y luego la cantidad de dinero a fondo perdido que ha puesto Roig por el baloncesto. Yo siempre digo lo mismo: a veces no valoramos la suerte que hemos tenido de que Juan y Fernando apostaran por el baloncesto. Si les hubiese dado por el tenis, tendríamos unas academias de tenis cojonudas, pero no tendríamos baloncesto.

Va, dígame algo malo de Juan Roig. Alguna crítica tendrá, ¿no?

(Ríe). Es complicado decir algo malo. Es un hombre que se ha guiado por su corazón y su pasión por el baloncesto. Le encanta este deporte.

¿Qué piensa cuando la gente pide que compre el Valencia CF?

Yo no puedo hablar por él. Me extrañaría mucho que Juan lo comprara. No creo que esté ahora mismo en sus planes. Sí que sé que ahora mismo Juan Roig está dejando un legado increíble para la ciudad. A alguna gente no la entiendo. Dicen que en vez de 8 podría gastarse 16. ¡O ninguno! Que si podría haber puesto más en el carril running, pues ¡ponlo tú! Mira lo que ha conseguido con el Maratón, lo ha hecho el mejor. Vamos a hacer una alquería de 18 millones. Eso es poner a Valencia en el mapa y con política cero; ni verdes, ni rojos, ni azules. Con todo el dinero que tiene podría estar en las Maldivas con toda la familia durante generaciones y prefiere estar aquí. Tendrá sus cosas, pero aquí solo podemos hablar bien.

¿Cómo era el baloncesto en Valencia y cómo es ahora?

A finales de los 90, hubo una eclosión del baloncesto valenciano: estaban el Calpe, Castellón, Llíria, Denia, Gandia entre la LEB oro y la plata, y también el Lucentum Alicante y nosotros. Fue una época gloriosa del baloncesto valenciano. La crisis se llevó a muchos equipos y nos hemos quedado nosotros como equipo referente. Ya lo éramos por temas deportivos, pero ahora lo somos en todo.

¿Cómo llega usted al primer equipo del Valencia Basket?

El año del debut, con 18 años, jugaba con el Benaguacil y el Valencia. Doblaba. Cuando empiezo a jugar aquí, ya me quedo de forma continua. Debuto el 29 de noviembre de 1992 contra el Joventut. Me entrenaba Manu Moreno y a ellos, Aíto García Reneses. Y recuerdo que jugaba Jordi Villacampa.

Debuta y se queda 15 años. No me diga que no recibió ofertas de otros equipos.

Sí, cuando más me lo planteo es cuando descendemos, el momento más crítico. Yo entonces tengo 21 años y que el equipo descienda a la liga EBA supone un gran paso atrás. El Málaga y el Andorra preguntaron por mí y estuve a punto de salir. Pero el club me ofreció un proyecto muy interesante, vino Miki (Vukovic) y después fueron todo alegrías.

Tras el descenso, todos se van menos Nacho Rodilla y usted, y el equipo da un salto hacia la élite. ¿Cómo es posible?

Pasan muchas cosas. Primero, hay alguien que apuesta muy fuerte como es Juan Roig y luego formamos un grupo increíble. Yo siempre cuento la misma anécdota: desde que estamos en la EBA, nosotros pasábamos el tiempo libre juntos. Era curioso: íbamos a la playa, a comer o a cenar, y luego pasábamos muchas horas juntos en los viajes, ya que empezábamos a jugar en Europa. Entonces se hablaba más, ya que no estaban los móviles ni las tablets. Ahora la gente va más a su bola. Formábamos una piña y eso daba sus frutos. Parece un tópico, pero es la verdad.

Aquellos años, ¿son los mejores?

Aquellos cinco años entre 1998 y 2003 son fantásticos. Jugamos 6 finales (2 de Copa, 2 de Saporta, 1 de ULEB y 1 de Liga). Dimos un impulso enorme. Lo piensas ahora, echando la vista atrás, y ves que es increíble hacer lo que hicimos con aquel equipo. Eso lo hacen sólo el Madrid y el Barça y de vez en cuando, no siempre. La Copa del Rey fue lo más importante, porque ponemos a Valencia en el mapa del baloncesto y al baloncesto en su sitio en Valencia, pues vivíamos muy por detrás del fútbol. Recuerdo la final de Saporta en Zaragoza, que se desplazaron 8.000 personas, con toda la adrenalina que genera. Pero es que luego, al año siguiente, vamos a Vitoria a jugar otra final, y después a Lyon.

¿Quién ha sido su mejor entrenador?

Hay tres figuras clave dentro de mi carrera. Una es Miki Vukovic, que nos saca de la Liga EBA hasta las primeras finales y los primeros títulos. Es el que nos marca el camino, el que realmente nos dice por dónde teníamos que ir. Ha sido el mejor por todo su bagaje. Luego está Manu Moreno, por darme la oportunidad de debutar, por impulsarme. Y, por supuesto, Paco Olmos, que aparte de ser un gran entrenador, es de aquí y es con quien conseguimos el título europeo y jugar la Euroliga.

¿Y el momento más amargo?

Aparte de las finales perdidas, es el descenso en Huesca. A mí me pesó como una losa. Tenía 21 años, apenas llevaba 2 años y empezaba a labrarme un futuro en el baloncesto profesional. Fue un momento durísimo. Pero gracias a Dios fue un año de transición y de ahí vino toda la época buena. Y que me llamaran de la selección, que es fruto del trabajo que hacíamos aquí.

En 2006 se produce otra reestructuración total del equipo y sólo siguen usted y Yebra. Pasa de ser un superviviente a un mito.

Yo siempre he tenido muy buena conexión con la grada por mi carácter, por mi forma de ser. Esto también hace que la conexión entre el aficionado y yo haya sido muy buena. Yo he sido muy autocrítico en los momentos malos y he sentido el apoyo de la gente. Al final recibes lo que das. Yo he dado todo lo que tenía en la pista y eso la gente lo agradece.

Nadie ha estado más tiempo de capitán (13 años) de forma continua en la ACB.

Cuando te retiras, eso no lo sabes. Te das cuenta con el tiempo. Sólo Berni Rodríguez (Málaga) ha estado 15 años seguidos en un equipo, como yo.

¿Se sintió criticado?

Ha habido malos momentos, pero nunca me he sentido criticado. Sí ha habido sectores que no les gusta como juegas, pero siempre cosas puntuales. Con el sentimiento real, nunca. He sido el capitán, el que más tiempo ha estado, el que daba la cara, el que se cargaba cuando las cosas estaban mal. Y la gente valora que en determinados momentos alguien dé un paso al frente o explique lo que pasa.

Y, además, capitán.

Me convierto en un capitán muy joven, con 21 años. Y lo soy durante 13 años consecutivos. Eso te forja el carácter también. Te ayuda a tener más responsabilidad, más influencia sobre el equipo, sobre determinados aspectos, que hace que tomes bando o decisiones cuando hay que dar un paso. Es una responsabilidad que asumes muy pronto y maduras muy pronto.

Cuando entra al pabellón y ve su camiseta ahí colgada, ¿sigue emocionándose?

Claro, y me llena de orgullo. Cada vez que entro, la miro. Hay gente que me pregunta, pero sobre todo mis hijos (Pablo y Martina). Que el número de su padre esté ahí y que nadie pueda llevarlo, pues emociona. Los títulos se quedan, pero lo que hizo el club con la camiseta...

¿Sus hijos le vieron jugar? ¿Qué les cuenta?

Muy poco. Es ahora cuando más preguntan. Le cuento cómo se jugaba antes, la historia del club. Pero, ahora los nanos con internet lo encuentran todo. Hay fotos, vídeos... Hay un vídeo muy bueno, que editó el club cuando me retiraron la camiseta y que se emitió en pantallas en el pabellón, con jugadas de mi trayectoria. Y me dicen cosas en plan «¡cómo saltabas!» o «¿de verdad ganastéis al Madrid con una última canasta tuya?» Es emotivo, indescriptible. Yo he sido un tipo humilde, que no ha alardeado de nada. Sin embargo, cuando te retiras te das cuenta de que lo que hicimos tiene un valor increíble.

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