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"En ese momento quise abrazar a todo Mestalla"

Este viernes, 5 de mayo, se cumplen 15 años de la consecución del quinto título de Liga del Valencia

"En ese momento quise abrazar a todo Mestalla"

n «¿Ya han pasado 15 años? Joder? Parece reciente porque siempre añoramos el mejor recuerdo vivido». La memoria que guarda Rubén Baraja, y todo el valencianismo, de aquella Liga de 2002 es nítido, como todos los momentos que marcan de por vida. Aquel título, del que esta semana se cumplen tres lustros, devolvía al Valencia a la cima del fútbol después de 31 años de sequía, desde aquella Liga conquistada en 1971, perdiendo en un Sarrià en blanco y negro y bruma de pólvora.

Tres décadas que acabaron un 5 de mayo de 2002 en Málaga, con la más solidaria de las gestas. El Valencia campeonó marcando sólo 51 goles, contra el «galáctico» Madrid de Zidane, Raúl y Figo. Levante-EMV ha reunido a tres de los artífices, Rubén Baraja, Santiago Cañizares y Pablo César Aimar, para que diseccionen tres momentos claves de aquel torneo en los que fueron protagonistas.

Curiosamente, tras tanta espera, los goles valencianistas aquella tarde en La Rosaleda tuvieron una celebración contenida. Fabián Ayala pedía calma tras abrir el marcador con un testarazo imperial. El festejo del segundo tanto se congeló cinco minutos hasta que el colegiado, en un improvisado VAR, decidió dar validez a la sentencia de Fabio Aurelio. La fiesta aguardaba una semana más tarde, ante el Betis, en un Mestalla pasional y colorido. En ese instante tan feliz, el capitán Santiago Cañizares tomó conciencia de que valió la pena haber elegido el oficio de futbolista: «Pienso que mereció el esfuerzo de toda una carrera deportiva por vivir ese momento. Jamás vi una ciudad tan comprometida, tan ilusionada, tan orgullosa de su equipo. Los que tuvimos la suerte de vivirlo fuimos unos privilegiados». La historia moderna del Valencia quedaba para siempre enmarcada en la foto del meta de Portellano alzando la Copa de campeones: «La única foto que conservo en mi casa como futbolista es esa, precisamente, levantando el trofeo. Yo creo que es el momento, a nivel personal, más feliz de mi carrera».

El título quedó encarrilado una semana antes de Málaga, en la visita a Mestalla del Espanyol. Un partido de tintes heroicos en el que el Valencia, perdiendo 0-1 y con un jugador menos, acabó remontando con dos tantos de Baraja, de factura muy inglesa, llegando desde segunda línea: «Aquel partido fue especial en todos los sentidos. Estábamos jugando bien, pero nos marcaron pronto, expulsaron a Carboni y pesaba sobre nosotros la expectativa de si podríamos aguantar la presión para ser campeones». A pesar de jugar con 10, los movimientos del Valencia eran huracanados. Baraja recuerda «cuatro ocasiones más» aparte de los goles. El tanto de la Real Sociedad ante el Real Madrid, festejado con júbilo por la grada, dio la energía extra para dar la vuelta al marcador. Primero el empate en el 67. Luego el segundo, en el 78. El gol mayúsculo. Conducción larga de Aimar que se va de dos rivales, cede a la izquierda, donde la devuelve Kily, en un escorzo forzado, hacia el centro. La pelota llega a desviarla ligeramente un defensor blanquiazul antes de llegar a Baraja, que se había citado con la Historia: «La celebración del segundo gol fue un momento único, irrepetible, de los que sabes que solo se vive una vez en la vida», suspira Pipo. «Marqué y salí corriendo con los brazos abiertos. Macho, te juro que quise abrazar a todo Mestalla en ese momento. Supe que ya se nos escapaba».

Gran madurez, simple conjura

La segunda remontada ante el Espanyol (el 2-3 de la primera vuelta evitó el despido de Rafa Benítez), se facturó sin charlas trascendentales en el descanso. «No necesitábamos eso. Aquel equipo estaba forjado en una madurez competitiva increíble. El año anterior habíamos perdido la Champions en San Siro. La conjura del vestuario fue simple: «Vamos chicos, esta oportunidad es única y no sabemos si volverá a pasar por delante». Estábamos con 10, pero esa noche no corríamos: volábamos». Baraja fue el exponente principal del Valencia aquella temporada, «aunque mi campeonato en realidad fue una media vuelta, empecé a jugar en la remontada de Montjuïc», tras estar parado la primera mitad del torneo por lesión. «Éramos un equipo que rentabilizaba al máximo sus goles. Yo fui el máximo goleador del equipo y marqué siete».

El zapatazo de Aimar

En medio de esa máquina granítica de ejecutar fútbol despuntaba la gracia futbolística de Pablo Aimar. El Cai fue decisivo en varios partidos de la segunda vuelta (Deportivo, Barcelona, Espanyol...), pero se le recuerda por el zapatazo desde 30 metros que llevó a la decisiva victoria en Tenerife. Era la jornada 32, ya metidos en ese esprint en el que, según Luis Aragonés, se identifica a los campeones. Valencia y Madrid llegaban empatados en cabeza, con 59 puntos. Los merengues habían ganado 0-1 en Sevilla una hora antes y trasladaba toda la presión a los de Benítez: «Lo que recuerdo de aquella noche y de esa situación en particular era que estábamos igualados a puntos con el Madrid. No nos podíamos despegar. Era un partido complicado y faltaban pocos minutos, unos 10 o 15, e hice yo el gol. De allí nos fuimos con la sensación de que iban a tener que luchar para dejarnos sin Liga. Nosotros no nos íbamos a bajar de esa pelea. De hecho terminamos consiguiéndolo nosotros. Y en un puntito fue posible gracias a ese partido en Tenerife», asegura Aimar a Levante-EMV. Dos jornadas más tarde, el Valencia empató en Mallorca, pero, con la derrota del Madrid ante Osasuna, se encaramaba en solitario al liderato, que ya no abandonaría, directo al abrazo de la posteridad.

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