En Castalia se cruzaron dos estilos, dos formas de entender el fútbol y quizá la vida. El Castellón fue muy mediterráneo: retador, ruidoso, anfetamínico. Metió cuatro goles envuelto por el tipo de excitación que anuncia las peleas en los parkings de las discotecas. Enfrente, la Peña Sport de Tafalla fue otra cosa. El campeón navarro fue muy del norte: tranquilo, sigiloso, prosaico. Metió dos goles de la misma manera que se dan las hostias en las verbenas de los pueblos: sin ornamentos, sin sentido teatral ni dramático, tumbó en la lona al rival cuando menos lo esperaba, cuando menos veía venir el guantazo, cuando más feliz era el Castellón de pronto se vio en el suelo, atropellado. Cuando pensaba que manejaba certezas, viajará a Navarra con un 4-2 que no despeja las dudas. Más bien las alimenta.

El Castellón ganó dos veces: una en la grada y otra en el campo. El equipo recogió el guante que le lanzó la afición, el «Sí se puede» colectivo que coronó la invasión organizada al estadio, y trituró a la Peña Sport de Tafalla en el arranque de la ida de la segunda eliminatoria de la fase de ascenso a Segunda División B.

Liderado por un Javi Zarzo estelar, el Castellón encontró en la pegada de Esaú Rojo el factor diferencial que desencadenó la goleada del primer tiempo, que solo ensució un cabezazo certero del visitante Giles al filo del descanso. Tras él, un arrebato de Chema sirvió el 4-1 a Lolo Ivars, pero un zapatazo de Maeztu, la carta escondida entre los suplentes, alimentó la expectación para la vuelta.

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Desde el inicio, fue gigantesco el deseo y el atrevimiento de los orelluts, letales en el tercio final del tapete. El Castellón tiene en Javi Zarzo un tesoro de difícil encaje. No termina de ser ni extremo ni mediapunta ni segundo delantero, pero en los picos de su irregularidad marca diferencias como pocos futbolistas de la categoría. Zarzo puede desesperar un sábado y enamorar un domingo, y conviene aprovechar los días que se despierta con el aura encendida.

Ayer, en uno de los partidos gordos de la temporada, el Castellón lo hizo y Zarzo iluminó Castalia. De la fricción de su lámpara salieron los tres goles albinegros de la primera mitad. En el minuto 6, cuando limpió rivales y estrelló el disparo en el palo corto: el rechace lo aprovechó Chema con furia, 1-0. En el minuto 10, cuando enganchó entre líneas y se giró para deslizar el pase profundo a la espalda de los centrales: Esaú clavó la pelota en la escuadra con la izquierda, 2-0. Y en el minuto 31, cuando lució la pared con el ariete, desarbolada la zaga, para plantar de nuevo al delantero frente el portero: la volea de Esaú dobló las manos de Roberto, 3-0.

El violín de Zarzo y el tambor de Esaú pusieron Castalia patas arriba, pero la Peña Sport ya había insinuado lo que luego confirmó: no necesita gran cosa para hacer gol. Avisó en torno al cuarto de hora. Giles dejó sin castigo un resbalón traicionero de Clyde, y al poco Joseba se sacó un disparo lejano que pasó cerca del larguero. El merodeo terminó de súbito en el minuto 43, cuando menos lo esperaba Castalia, entregada a la fiesta. El central Guinot se enredó en la salida, primero, y perdió el salto en el área después: Giles prolongó la bola en escorzo con gran precisión, donde Zagalá no podía llegar. Era el descanso, y el 3-1 a ninguno, ni a Castellón ni a Peña Sport, les podía saber ni bien ni mal del todo.

El Castellón había sido superior en la medida en la que había conseguido ganar, asentado sobre la columna Enrique-Forner-Esaú, cada duelo individual sobre el verde. En uno de esos, en el 50, Chema firmó la maniobra perfecta. Desbordó, alcanzó línea de fondo y clavó los tiempos para elegir el pase. No picó en el desmarque a la corta del nueve y conectó con Ivars, goleador a placer desde segunda línea.

El partido fue complejo de asimilar porque la puntería fue a menudo por delante del juego. Volvía a danzar la afición albinegra y volvió a ser despertada de golpe. Maeztu cazó un balón suelto en la frontal del área con una violencia sorda y letal. El zurdazo del navarro reventó la red de Castalia.

Tras la sobredosis de estímulos, el partido frenó en pulsaciones. Reinó una tregua no escrita, rota en excepciones. Habló el Castellón con Zarzo, que no logró esquinar el remate en el área, tras la única subida del lateral Manu; y respondió la Peña Sport en la última, en un saque de banda que creció de lado a lado, y que De Frutos desperdició en posición ventajosa.

En dos horas de entretenimiento, entre el éxtasis local y la filosofía visitante, el fútbol dibujó un arcoíris de matices. Hubo de todo menos control: le faltó a la Peña Sport para contener las ganas de vivir del Castellón, y le faltó al Castellón para gestionar ventajas. Tras el ruido de los argumentos queda el peso del resultado, del 3-0 casi definitivo se pasó al nada definitivo 4-2, en realidad, poco más que un 1-0 disfrazado, que medirá de nuevo la fe de los albinegros.