Dominaban en los trinquetes la maestría del Xatet II de Carlet y la poderosa pegada de Vicente Pataques de Benaguasil cuando con apenas 16 años debutó en la Partida del Dissabte de Pelayo, Sarasol II, un joven de Genovés, nacido en 1970 y que acabaría siendo considerado una figura legendaria. Pocos parecen discutir que el «mitger» de Genovés ha sido el de más recursos técnicos, un valladar inexpugnable, imposible de superar en el tú a tú, gracias a su juego «per baix», que dominaba con ambas manos como nadie. Podían pasar varias partidas seguidas sin verle «errar» una pilota. Consiguió cuatro títulos de la máxima competición profesional por equipos.

Coincidió su esplendor con los inicios del movimiento internacional de la pilota valenciana y Sarasol II era titular y líder de la selección, junto a otro «mitger» de leyenda como Grau. Tiempos en que a los valencianos nadie le tosía en Europa o América. Fue precisamente en el Mundial de Paraná (Argentina) de 2002 cuando fue reconocido como mejor pelotari del mundo. Ninguna queja a su entrega, siempre generosa cada tarde; ningún mal gesto a lo largo de una dilatada carrera profesional. Se fue del trinquete calladamente para regresar con su presencia cada vez que se le ha requerido para cualquier acto social. Un cavaller de los trinquetes.

Jose Vicente Grau (València 1968) se convirtió, desde muy joven en uno de los ídolos de Pelayo y de toda la pilota valenciana. Un pelotari fuera de serie, con la volea más prodigiosa que se recordaba, con una velocidad de gacela y con una izquierda per dalt monumental. Hasta su llegada nadie había visto esa facilidad para llegar a las alturas con ambas manos. De su enorme calidad basta decir que ha sido el único mitger que ha conquistado el campeonato individual, algo impensable hasta que él lo hizo posible gracias a sus recursos para el juego aéreo. Acompañó a Sarasol II en la invencible selección valenciana de la época, campeona del mundo en Maubeuge (Francia), donde recibió el premio al mejor jugador. Siempre con una sonrisa, Grau se ganó el afecto de todo el mundo. Su humildad, le convirtió en otro de los grandes cavallers del trinquete.

Dani Gómez, (Benavites, 1974) apareció como agua fresca en las canchas. Su elegante presencia; la meticulosidad matemática de sus estrategias; la facilidad para colocarse en la posición precisa para sacar el máximo rendimiento sin aparentes esfuerzos hicieron del de Benavites el mitger que recuperaba el clasicismo. Si a Grau le perjudicó el juego sin galerías libres, pues le cortaba gran parte de sus poderes, a Dani pareció no afectarle para nada. Era un jugador que pensaba cada golpe y que en esta nueva modalidad se encontraba como pez en el agua.

Ganó dos títulos de la Lliga pero por encima de estadisíticas, ganó el consenso de ser el número uno durante muchos años. Y serlo, además, hasta el mismo momento del anuncio de su retirada. Pues incluso para afrontar ese paso ha demostrado ser un gran cavaller de la pilota valenciana. No será fácil repetir una época tan gloriosa en la que han coincidido tres fenómenos de este deporte.