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Entrevista

Llaneza: "Marcelino es un gran entrenador, pero una persona complicada"

El vicepresidente del Villarreal repasa su amplia trayectoria en el mundo del fútbol y dice que "era imposible imaginar todo lo que hemos logrado"

Llaneza: "Marcelino es un gran entrenador, pero una persona complicada"

José Manuel Llaneza cumple el mes que viene 69 años. Un ventanal con vistas al campo de entrenamiento del primer equipo llena de luz su despacho de la ciudad deportiva. Le sobra la energía.

P ¿Cuál es su primer recuerdo futbolístico?

R Mi padre era socio del Levante, del Valencia y del Puzol. Le gustaba mucho el fútbol y yo iba con él. Quizá el primer recuerdo importante fue al hacer la comunión. De regalo, mi padre me llevó a Gijón a ver un partido del Sporting. Él era asturiano y fuimos socios hasta que falleció, en 1992, porque ocurrió justo en verano, no recordé renovar y perdimos la antigüedad. A él le gustaba mucho el fútbol y me lo transmitió.

P ¿Y jugar?

R Yo tenía afición, pero era muy malo. Luego cogí fuerza, pero seguía siendo igual de malo. Mi incapacidad era patente. Además a los 14 años me fui interno a un colegio de Madrid y después a Bilbao a la universidad. Era un estudiante de miedo. Del miedo que tenía de que mi padre me matara si no estudiaba, pues iba aprobando. Me licencié en una especie de ADE que se hacía antes y esos años me dediqué más a la empresa que al fútbol.

P Hasta que preside el Puzol.

R Ahí tenía 30 años más o menos. El Puzol estaba cerca de bajar a Segunda Regional y como muchos jugadores eran amigos me pidieron que entrara a ayudar. Aquel año nos salvamos y al siguiente decidimos recuperar a futbolistas del pueblo que estaban jugando fuera. Lo bonito hubiera sido que funcionara, pero fue un desastre porque se peleaban. Me di cuenta que había que cambiarlo. Contratamos a Manolo Tatay de entrenador, hicimos un equipo serio y llegamos a estar en la zona alta de Tercera División. Fuimos campeones de España de aficionados y hubo grandes celebraciones en el pueblo. Fue una época bonita: acababa el partido e íbamos a cenar todos a la finca de uno, con las mujeres y los niños pequeños. Conejo con tomate. Pero al final no podía seguir, había puesto mucho dinero. Lo dejé y me dediqué a ver fútbol.

P Lo sigue haciendo.

R Si no te gusta el fútbol es difícil dedicarte a esto. A mí me gustaba muchísimo y como no pude ser futbolista, quizá por eso veo tanto. Siempre he visto mucho fútbol: iba a Castalia, al Madrigal con Font de Mora. Mestalla lo fui dejando. Tenía relación con Pepe Claramunt y cuando se fue para mí el Valencia no era lo mismo. Ahora sigo viendo todo el fútbol que puedo.

P ¿Qué Villarreal se encuentra?

R Al Villarreal vine con la transformación a SAD. Era un club que se administraba con una libreta de hule donde un hombre llamado Parra escribía la contabilidad con letras góticas. Había una silla, un sillón que bailaba si te sentabas y una máquina de escribir. Esos eran todos los bienes del Villarreal. Yo llevaba once años sin contacto con el fútbol, y nunca había conocido el profesional, así que llamé a Claramunt para que nos echara una mano en la secretaría técnica, y así fue hasta que chocó con David Vidal y no quiso continuar. Poco a poco fuimos arreglando el club, intentando que dependiera cada vez menos de los ingresos de Font de Mora, que cada año tenía que ayudar con aportaciones importantes.

P ¿Le costó que respetaran al Villarreal en la Liga?

R Tuve la osadía de presentarme a representante de Segunda en la Liga. Mi campaña consistió en coger la lista de teléfonos, llamar a los clubes y preguntar por el presidente. Me presentaba en plan ´eh, soy el tipo gordo ese de la asamblea´. El caso es que me eligieron y fue un espaldarazo para el club y para mí. De repente estaba ahí sentado con Gil, Gaspart, Mendoza... Siempre sacaba algo, a menudo por pesado. Insistía tanto que me daban lo que pedía solo por terminar la reunión.

P Ya no hay presidentes así.

R Ahora prima un perfil más ejecutivo, ya sea como presidente o al lado del presidente. Jesús Gil era un tío divertidísimo, tenía sus cosas, pero sentarte a comer con él era una lección de vida. Gaspart me dijo una cosa que con el tiempo me he dado cuenta que tenía razón, lo de preferir ver un partido de nuestros alevines que un Barcelona-Madrid.

P Entrenadores.

R Aquí hemos tenido de todo. El primero fue Carlos Simón, que es quien me trajo aquí, porque le recomendó a Font de Mora que me llamase. Lo primero que vi al llegar al Madrigal es que el campo estaba fatal, lleno de socavones y que había que arreglarlo. Simón me preguntó si estaba loco: ´¿pero has visto la defensa que tenemos? Si arreglamos el césped bajamos´. Yo no entendía nada. Aquellos defensas eran Pascual Donat, Javi Culebras, Maestre... Era difícil saber quién pegaba menos patadas.

P Y llega Roig.

R Vino Fernando Roig y decidió un cambio total desde el primer día. Yo no podía visualizar lo que él contaba que quería hacer, incluso dudaba si sabía donde se había metido. Mira, tengo dos momentos para pensar en el día. Cuando vengo desde Puzol y cuando vuelvo desde Vila-real. Cuando vengo pienso en la agenda del día. Y cuando vuelvo a menudo pienso donde hemos llegado, porque era imposible. Meter aquí dos mil personas en el campo era un milagro. Era una afición, que no es que ahora seamos muy lanzados, pero se canta, se anima, somos 19.000, pero antes la mitad eran jubilados que lo máximo era decirle burro al árbitro y se acabó.

P Convencer a un futbolista de nivel mundial no debía ser fácil.

R Contar a los jugadores qué era el Villarreal era difícil, sobre todo por la mitad era todavía un sueño por construir. Costaba dar ese paso. En Argentina tuve la suerte de conocer pronto a Macri, el actual presidente, y me ayudó muchísimo. Pronto fuimos avanzando porque vieron que éramos serios pagando. Hicimos buenos tratos con Boca. Anécdotas hay muchas.

P Cuente alguna.

R Con Arruabarrena, por ejemplo. Lo fichamos a la vez que Diego Cagna, pero Arruabarrena se quedó unos meses para jugar la Intercontinental. Después montamos una comida en un restaurante con su representante y el jugador dijo que no quería venir, que éramos un equipo pequeño. De hecho, aquel año estábamos en Segunda, tras el primer descenso. Tuvimos que incluir una cláusula por la que si no ascendíamos se iría cedido a un Primera. Al final le convencí diciéndole que había buen tiempo, mucho calor. Después cada vez que hacía frío, Arruabarrena subía al despacho de broma a pedir la baja.

P De aquel Boca campeón vienen muchos.

R Una vez me cogió un taxista en Buenos Aires: ´Usted es español, ¿no? Estoy muy contento porque soy de River y ha venido un tal Llaneza y está desmantelando Boca. Cuando viene me llama y le recojo en el aeropuerto´. Yo no lo conocía de nada y al bajar del taxi le dije: ´Oiga, que Llaneza soy yo´, y él ´perdona, perdona...´

P ¿El mejor fichaje?

R Forlán fue muy importante. Nos dio muchos goles, muchas victorias y muchos millones después. Estuvimos todo el día en Manchester con el United discutiendo el trato. En un momento dado nos ofrecieron un amistoso para abaratar la operación y ahí me salió la vena chula. ´Vosotros vendréis obligados a jugar con nosotros´. Luego vinieron en Champions y me lo recordaban. También fue importante el fichaje de Marcos Senna, que vino libre.

P No era la primera opción.

R Fue una casualidad. Teníamos fichado a Gilberto Silva, que iba a ser suplente con Brasil en el Mundial de Corea. Pero se lesionó Emerson haciendo de portero en un entrenamiento, y Gilberto fue titular. Solo nos faltaba su firma y le dije al representante que había que ir a Corea rápido, pero él me dijo que tranquilo, que era de confianza. El caso es que jugó y ganó el Mundial, llegó el Arsenal, pagó más y nos quedamos sin mediocentro. Como yo estaba enfadado, el agente me llevó a un partido de Libertadores. Me quería vender a un delantero pero necesitaba un centrocampista. Enseguida me fijé en Senna. Acababa contrato y lo tenían apalabrado para llevárselo a Ucrania. Llamé a Roig y le dije que había visto a uno mejor que Mauro Silva. No se lo creyó mucho, pero lo fichamos. A la larga, además, creo que ese fichaje fue clave para que España ganara la Eurocopa en 2008.

P Luego se perdió el Mundial.

R Me llevo muy bien con Vicente (Del Bosque) pero tengo resquemor de que Senna no fuera al Mundial, y creo que Vicente también lo tiene. Senna fue a todas las convocatorias excepto a la última, que llamó a Javi Martínez. Ahora no me gusta cómo se está llevando la selección, aunque gane. Creo que tenemos jugadores que merecen estar y no están. Evidentemente la mía es una opinión poco objetiva y muy interesada, pero es lo que pienso.

P Riquelme.

R Llegó de rebote. Van Gaal no lo quería en el Barça, lo ponía de extremo izquierdo. Aquí el primer año hizo una temporada de ensueño. Mientras estuvo cedido dio un rendimiento sensacional. Quizá fallamos al comprarlo. Es un buen jugador y no es mala persona, pero tuvo una infancia dura, tiene muchos hermanos y muchas bocas que alimentar. Es un chico que vive a la contra, pero nos dio muchas noches sensacionales. El partido contra el Inter fue para enmarcar. Hicimos el 1-0 y pensé que era demasiado pronto, pero cogió la batuta Riquelme y se acabó.

P ¿Y fiascos?

R Matías Fernandez venía de ser elegido el mejor de América siendo chileno, que siempre ganaban de Brasil o Argentina. Jugaba de maravilla pero igual le faltó un poco de carácter para querer ser más. Aún así luego ha tenido buena carrera. Con Edmilson por ejemplo nos equivocamos. Lo tuvimos que largar porque vino a tomar el sol. Nos equivocamos muchas veces. A veces hablan de directores deportivos infalibles y en el fútbol no hay nadie infalible.

P Con Pellegrini hizo diana.

R Pellegrini fue una apuesta. Se nos fue Benito Floro y Paquito cogió el equipo los últimos meses de la temporada. Como sabíamos que no iba a continuar tuvimos margen para buscar el sustituto. Fuimos muchas veces a Buenos Aires a hablar con Pellegrini. El presidente al principio no lo veía claro, pero al conocerlo en persona lo conquistó. Aparte de entrenador, Pellegrini es un hombre educado, muy correcto, de bien. Vino los últimos meses de la temporada e iba a ver al equipo siempre de incógnito y fuera de casa, así que al entrar no pidió mucho, los conocía bien y funcionó mejor. La cima fue el subcampeonato.

P En el imaginario colectivo ese equipo ha quedado como imagen de marca del Villarreal.

R Ha dejado una gran impronta. Su salida fue comprensible porque llevaba cinco años y a por él vino el Madrid. Su estilo dejó huella. Ahora está la teoría de llevar el balón más deprisa al área, pero nunca seremos un equipo que maltrate la pelota, por el contexto de club, por el tipo de jugador que firmamos. Por ejemplo si queremos un central queremos uno que saque el balón jugado. La idea del club es primero tener un estadio seguro, y la gente espera que el juego sea bonito, que se gane.

P ¿Qué determina el salto de la cantera al primer equipo?

R La diferencia es mínima. Comparo con el salto de altura. Uno salta un centímetro más que otro, que no es nada, y es todo. En el fútbol se va subiendo el listón y cada vez hay más competencia. Cases, por ejemplo, hubiera apostado que iba a hacer una gran carrera. Era muy bueno, se cuidaba. Y luego no, ¿por qué? No lo sabes. Aquí Cazorla fue el primer gran producto de la casa. Con él vino del Oviedo un chico igual, que no sé que ha hecho, se llamaba Dieguito. Había incluso más esperanzas con él. Cazorla se fue cedido al Recre y gracias a Dios no ejercieron la opción de compra.

P Valverde no cuajó.

R Valverde trató de jugar con la defensa más adelantada y los futbolistas no lo comprendieron. Hubo gente aquí que no estuvo bien y no ayudó. En el tema entrenadores lo de Valverde fue lo más fastidioso, porque es un tipo que merece la pena y no supimos darle el apoyo que necesitaba.

P Lo relevó Garrido. Una curva muy alta que luego bajó.

R De Garrido no quiero hablar. Cambiaría el día que le ofrecimos el equipo, a pesar de la curva que hablas.

P Aquello desemboca en el descenso de 2012.

R Entramos en una espiral mal llevada por todos. Cambios de entrenadores, decisiones precipitadas... La gente dice que nos bajó el Atlético, o el Valencia, mentira. Bajamos nosotros porque no lo supimos manejar.

P El club aprovechó para cambiar el modelo. Dejó de depender del mecenazgo o las ayudas e instauró el modelo actual.

R El precio fue muy duro, pero sacamos cosas. En lo deportivo la columna vertebral se forja en Segunda: Mario, Trigueros, Jaume Costa... Bruno crece en la jerarquía. Musacchio que ahora se ha ido. A nivel económico, Roig hijo tuvo un verano para morirse, pero logró sacar 60 millones después de un descenso. A partir de ese momento se decide que el club no dependa del dinero de la propiedad y ahora el Villarreal vive de lo que produce. Fue un momento vital porque de pasar tres o cuatro años en Segunda nos podríamos haber hundido.

P La fatalidad también sirve para forjar lazos con la afición.

R Ese año en Segunda llegamos a los 20.000 abonados y hacemos cosas que no hemos hecho nunca, como desplazamientos muy numerosos.

P El club potencia eso aquel año, pero luego tiende a construir un ecosistema más plácido. ¿Ha faltado a veces exigencia alrededor?

R No lo sé, es complicado dar un paso adelante tanto en España como en Europa. Claro que nos gustaría darlo y jugar una final y ganarla, pero lo más importante sigue siendo llegar a los 43 puntos y asegurar la permanencia. Quizá cuando bajamos nos faltó fue humildad. Nos acostumbramos a unos niveles de soportar mucho dinero. Pero ahora el club ha cogido un poso definitivo.

P El club ha ido evolucionando.

R El primer año subimos con un equipo que no era para subir. Eliminamos al Compostela que era un equipazo. Canal 9 ponía el partido en verano y yo siempre temía que nos marcaran. Tuvimos una suerte impresionante y pensamos que éramos los más listos. Ese primer año en Primera nos creímos más. Ganamos en Barcelona, y en Navidad fichamos pensando en hacer negocio, a Gaitán, cuando debimos haber fichado otro perfil de futbolista, porque necesitábamos pelear la permanencia. Pudimos traer a Desio, que luego fue al Alavés, no lo hicimos y bajamos. Esas cosas pueden pasar, pero hay que aprender de ellas.

P El último gran ciclo lo marca Marcelino.

R Es un gran entrenador, pero una persona complicada. Él ya nos dijo que más de dos o tres años no debía estar, nos advirtió, pero no le hicimos caso. De hecho creo que su estancia aquí ha sido la más larga de su carrera.

P Escribá.

R Escribá vino en pleno tsunami y bastante hizo. Después de la previa con el Mónaco recuperó el pulso al equipo. Aquí está en un buen lugar para crecer y trabajar.

P ¿Cómo le gustaría que se le recordara?

R Como un tipo que trabajó por el Villarreal y que si ha cometido algún error ha sido pensando que era lo mejor para el club. Me gusta comer, me gusta estar con mis amigos, me gusta viajar y sobre todo me gusta el fútbol. Ahora estoy planificando un viaje con mi mujer, y estoy mirando qué partidos de pretemporada me perderé. Igual estoy un poco loco, puede ser, pero no sé desconectar, y si desconecto me aburro muchísimo. En el Villarreal he tenido tres problemas serios de salud, dos de corazón y ahora de cáncer. En la última he estado tres meses entre la clínica y casa, y lo he pasado muy mal por no estar en activo. De verdad, este trabajo me encanta, a mí me ha tocado la mano de Dios por conocer a los Roig y dedicarme al fútbol. Un grado más de mi curación ha sido poder volver aquí.

P No hemos hablado de Bruno Soriano.

R Él y Senna son mis preferidos. Una vez se retire nos sentaremos y Bruno será lo que quiera ser.

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