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Cr7, la verdad y el relato

La grandeza de un personaje no se mide sólo por sus éxitos, sino por la cantidad de enemigos que es capaz de concitar. Esto se lo oí el otro día a un buen amigo seguidor del Real Madrid desde los tiempos de Pirri y Amancio, como respuesta a la extendida idea de que es el club que más antipatías despierta. Remataba el argumento poniendo al Logroñés como equipo que no concita odios. ¿Quién va a odiar a alguien que por nada se ha significado?

El fútbol es una atracción sentimental que comienza en la niñez y que se impregna para siempre en el cuerpo y en el alma de las personas. Y en ese acompañamiento sentimental hay quienes dejan ventanas abiertas a la razón y hay quienes las cierran para que no entre en su cerebro ninguna influencia que perturbe su verdad. Ese es el forofo que, en el caso del madridista, no admitirá jamás que el Barcelona ha disfrutado del mejor equipo y del mejor fútbol que se recuerda. Y de que Messi es el mejor jugador que la historia del fútbol ha dado. Y en el caso del forofo barcelonista, el odio al máximo rival se alimenta con el victimismo hacia el estamento arbitral, pobre Guruceta, y hacia las primeras Copas de Europa invalidadas porque se ganaron en tiempos de Franco. No hay espacios para la razón. No hay lugar para la templanza, para el sosiego analítico. Sólo hay sentimientos.

Lo peor de todo esto, para los que peinamos canas, es que los medios informativos dejaron de serlo, dejaron de informar con criterios de objetividad para convertirse en propaganda al servicio de los forofos. Poco importa la verdad si no se conjuga con mi sentimiento. Avivan corazones y desprecian razones.

En ese terreno de la propaganda sufre un especial acoso la figura de Cristiano Ronaldo. El portugués no es un ejemplo de gesticulación empática, desde luego. Hace todo lo posible para captar la desafección del desafecto. Seguramente como a los diez años tuvo que abandonar la escuela de su pueblo, dejar a su familia para la aventura de buscarse la vida, le faltó una formación en lo que ahora llamamos inteligencia emocional€Puede ser. El chico se ha criado como se ha criado. Ha pasado de la pobreza a ser supermillonario. Y es guapo. A Ronaldo se le critica porque se enfada el día que no mete gol. O sea, se le critica por la virtud del esfuerzo y la superación. Se le critica porque piensa más en él que en el equipo€pero resulta que supera todos los registros que permiten que su equipo se proclame campeón. Se le critica por su chulería, por tener una autoestima elevada€como si no fuera legítimo sentirse orgulloso de lo conseguido.

Me pregunto si gran parte de esa descarada desafección será porque juega en el Real Madrid, el equipo que, efectivamente, concita el mayor número de enemigos de todo el mundo, incluidos gran cantidad de medios informativos. Los mismos medios, que, especialmente en España, ocultarán cualquier virtud que pueda adornarle. Que es de suponer que alguna tendrá. Pero es igual, la verdad nunca puede perturbar el relato. Faltaría más.

Ahora sale a la luz el más que probable fraude a la Hacienda española al evadir impuestos por sus derechos de imagen a través de sociedades creadas en otros países. Al igual que a Messi se le acusa de un presunto delito. ¿Son las imágenes de Ronaldo o de Messi, famosos en el universo entero, propiedad exclusiva de la Hacienda de Montoro? Supongo que es una duda razonable.

Estamos empatados en esta batalla que llega a dirimirse también en las oficinas tributarias. Un forofo barcelonista aventuraba ayer en la tertulia del Bar Los Gemelos, el ateneo de mi pueblo, que dado el poder de Florentino la cosa no pasará a mayores. Para el forofo, el rival es el conjunto de todos los males sin rastro de bien alguno.

Se ha publicado que Cristiano Ronaldo se va; que no aguanta más. La persecución de Hacienda será la excusa perfecta para él. Quién sabe si también la del Real Madrid para no tropezar dentro de nada en un serio problema. Pero allá en el fondo, ese sentir de Cristiano Ronaldo es consecuencia de los odios seculares que dividen a este país donde nada se debate, sólo se berrea.

Así es que Cristiano hace bien en quererse a sí mismo por encima de todo, de cualquier camiseta. A fin de cuentas la caridad comienza por uno mismo.

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