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Entrevista

Edurne Pasabán: "He visto la cara de la muerte, pero vuelvo porque la montaña me apasiona"

«Comprendo el impacto mediático de que Nadal gane el Roland Garros, pero hay montañeros muy buenos que se juegan la vida y son anónimos», afirma la alpinista

Edurne Pasabán: "He visto la cara de la muerte, pero vuelvo porque la montaña me apasiona"

Edurne Pasabán (Tolosa, Guipúzcoa, 1 de agosto de 1973) es una leyenda del montañismo. Con solo 16 años alcanzó la cima del Mont Blanc (4.810 m.), a partir de ese momento comenzó una comenzó una exitosa carrera que coronó con la ascensión a los 14 ochomiles, la primera mujer en el mundo que logró ese reto. La alpinista vasca ahora imparte conferencias a grandes directivos, empresas, profesionales de montaña y aficionados al deporte. Pasabán ha estado en València invitada por el bufete Antonia Magdaleno abogados y en la entrevista concedida a Levante-EMV habla de la montaña, su pasión, de sus logros y de la vida.

Ahora se dedica a dar conferencias a directivos de grandes empresas en las que transmite sus experiencias.

La gente puede pensar que no hay mucha relación entre el mundo empresarial y el día a día de una persona con haber subido 14 ochomiles, pero si que la hay. Intento hablar de la cosas que a mi me motivaron y me llevaron a tener éxito en mi carrera.

¿Cuáles son sus claves para el éxito?

Ante todo pasión por lo que haces. Además, hay que tener ambición, un afán de superación grande para hacer las cosas cada vez mejor, tener hambre por alcanzar el éxito y contar con un buen equipo.

La primera mujer que ha logrado alcanzar la cima de 14 ocho miles, casi nada...

La verdad es que nunca pensé que sería la primera en hacerlo. Yo empecé a escalar por pasión, mi afición se convirtió en profesión y fui sumando montañas de ocho mil metros hasta que hubo un momento en que si me lo planteé como un reto de vida. Lograrlo era un reto y ser la primera mujer en conseguirlo más aún.

Un esfuerzo descomunal, un riesgo evidente, ¿lo ha disfrutado?

Sí, es muy duro pero al final compensa y lo disfrutas pese a los momentos difíciles por las personas que he perdido por el camino. Pero los humanos tenemos la capacidad de olvidarnos de lo malo y quedarnos con lo bueno. Y lo volvería hacer, claro.

Habla de las personas que ha perdido en este duro camino. ¿La muerte es un tema tabú en el montañismo?

Es una cosa que está presente, pero es un tema del que hablamos poco entre los montañeros. Somos conscientes del peligro que corremos pero no sale mucho en las conversaciones.

Usted la ha visto de cerca.

Muy cerca, tanto que crees que puedes perder la vida. Los humanos pensamos que las cosas les pasan a los demás y no a nosotros, pero yo he visto la cara de la muerte. Y me preguntan que porqué volvemos y lo hacemos porque la montaña nos apasiona y porque sin élla no podría vivir.

¿Cuál ha sido el momento más dramático?

Uf, muchos. Lo peor es perder a un amigo, en estos años he visto morir a 14 amigos, pero con los que sales a escalar. Uno de los accidentes no fue ni en el Himalaya, fue en el Pirineo. Una salida para entrenar, eramos cinco y solo volvimos dos.

La presión por superar los retos logrados, la expectación mediática, los patrocinadores, ¿aumentan el peligro?

Eso es según cómo lo coja cada uno. Yo nunca he tenido presión de los patrocinadores o de los medios, pero eso debe ser por mi carácter. Si me presionan me siento incómoda, aunque puede ser que tantos patrocinadores como los medios de comunicación ejerzan esa presión.

¿Es una locura que a sus 77 años Carlos Soria alcance la cima del Annapurna de 8.000 metros?

No, es un apasionado de la montaña y un gran alpinista. A alguien le puede parecer que a esa edad no tienes nada mejor que hacer que escalar montañas. No hay edades para ir al Himalaya, no es una locura lo de Carlos Soria, hasta me da envidia. Ya me gustaría a mí si llego a esa edad tener no solo la capacidad física sino tener bien la cabeza.

Usted ha dicho que el mejor alpinista es el que se da la vuelta

Así es, pero a veces es muy difícil hacerlo cuando has organizado una expedición y hay patrocinadores y medios de comunicación detrás. El saber darte la vuelta cuando a 200 metros de la cima la situación empeora es muy inteligente porque tendrás otra oportunidad, la montaña estará ahí. Hay que escuchar al instinto.

¿Le da rabia que la repercusión mediática de subir 14 ocho miles jugándose la vida sea inferior a ganar Roland Garros

El montañismo es un deporte minoritario y cuando ha salido en prensa ha sido por accidentes mortales. Me ha puesto un buen ejemplo porque Nadal es un gran deportista, eso nadie lo duda, y comprendo el impacto mediático de ganar un torneo como Roland Garros, pero hay alpinistas muy buenos, que se juegan la vida y son anónimos. Y no podrán vivir del montañismo.

¿Subirá el Everest sin oxígeno?

Es uno de mis retos, sí. ¿Cuándo? No lo sé, pero algún día volveré, seguro.

Hace dos meses fue madre por primera vez a los 43 años. ¿Se replantea volver a la montaña?

Seguro, tendré que esperar un año aunque no me veo subiendo montañas de 8.000 metros. Nunca se puede decir nunca digas jamás, de hecho hay alguna oferta, aunque hay que esperar.

¿La maternidad no le hace replantearse estas cosas?

Sí, veo un niño muy pequeño y cuando llegué el momento de subir una montaña seguramente me lo pensaré mucho más. Quizás por eso he sido madre a los 43 años, de haber tenido a mi hijo antes no habría subido 14 ochomiles.

¿A que ha tenido que renunciar por la montaña?

Como mujer a una maternidad más temprana, no a los 43 años. La sociedad no está preparada para aceptar que una mujer de 30 años tenga un hijo y se lo deje para escalar montañas de 8.000 metros. Recuerdo que a finales de los 80 del siglo pasado una montañera navarra y su marido dejaron a sus dos hijas con sus abuelos para subir un ocho mil. La conversación de los que los conocían era que ella era una mala madre por irse mientras que nadie decía nada de el.

Eso alimenta su idea de que el montañismo es un mundo machista...

Es muy de hombres y por estas cosas que le cuento podría decir que es machista, aunque yo nunca me he sentido marginada ni he sentido el machismo.

Cuando se llega a la cima de un ochomil, ¿qué hace, llora, salta de alegría...?

Cuando subí mi primer ocho mil en el Everest pensaba que iba a llorar, abrazarme a mis compañeros y nada de eso: plantar las banderitas del patrocinador, sacar la foto y bajarse rápido. Lo emocionante son los últimos metros cuando ves que vas a conseguir el reto.

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