Cuesta abajo y sin frenos. El Levante UD avanza en dirección al abismo y, aunque todavía tiene margen para esquivarlo, necesita una reacción urgente si no quiere dar con sus huesos en Segunda División en el mes de mayo. Ya sucedió en 2016, cuando la sensación de brazos caídos, de impotencia y, hasta de indolencia, fueron exactamente las mismas que las que el equipo desprendió ayer en Anoeta.

El Levante UD se derrumbó ante la Real Sociedad sin competir en ningún momento. Frente a los donostiarras, un rival con problemas deportivos, dudas en el banquillo y el cansancio acumulado de la Liga Europa (jugó el pasado jueves), el equipo de Muñiz ni siquiera supo dar la cara en un estropicio de partido que apenas duró diez minutos, cuando Lukic cometió un error infantil al agarrar de la camiseta a Agirretxe ante los ojos del colegiado.

El penalti lo convirtió Xabi Prieto (se lesionó en esa misma jugada) y todas las opciones de los granotes quedaron sepultadas bajo una cascada de despropósitos tácticos y técnicos. Ni actitud, ni fútbol.

Con el 1-0 y con Canales, por Prieto, en el campo, la Real aprovechó los pulmones y la velocidad de Odriozola y Oyarzabal en el carril diestro. Los dos se bastaron para destrozar la defensa azulgrana y dejar en evidencia el planteamiento de Muñiz. El Levante UD, aculado en su campo, fue incapaz de combinar más de dos pases consecutivos. Desbordados los dos laterales, perdido Campaña, desubicado Doukouré, y sin noticias de los de arriba (Pazzini apenas pisó el área y se fundió persiguiendo el balón), el Levante UD se resquebrajó en todas sus líneas.

Canales, con espacios, sacó la batuta para catalizar los ataques de los blanquiazules, algo imprecisos en el último pase hasta que el mediapunta cántabro rompió a Doukouré dentro del área con un taconazo, levantó la cabeza y sirvió el segundo tanto a Juanmi con un centro templado al segundo palo a la espalda de Coke. El gol hundió, todavía más, a los de Orriols, mientras que la Real empezaba a jugar a placer, con Illarramendi y Zurutuza disfrutando del encuentro más cómodo de toda la temporada.

Muñiz dio entrada a Roger tras el descanso para jugar con dos puntas. La intención era invadir el campo de la Real, pero una cosa es la intención y otra la realidad. La Real siguió perforando con contras fugaces las bandas y Canales, en una maniobra magistral dentro del área, apuntilló a los granotes tras burlarse de Chema y Luna con un recorta y otro taconazo formidables.

De nuevo, como en las últimas jornadas, Muñiz se echó en brazos de la épica y sacó todo el arsenal ofensivo sobre el césped, incluido Rochina, quien tuvo un par de ocasiones para maquillar el marcador. En una, un mano a mano ante Rulli pudo ser penalti sobre el de Sagunt. Poco después, Jason remató al palo con un testarazo a la salida de un córner. Pinceladas estériles, de orgullo, para unas paupérrimas estadísticas ofensivas en un enfrentamiento, teóricamente, entre rivales directos por la permanencia.

Para entonces, la Real de Eusebio, sumergida en una crisis de resultados hasta ayer, vivía más que tranquila con tres goles de renta. Por contra, el Levante UD se desangraba angustiosamente con una alineación caótica y desordenada.

La clasificación permite aferrarse a que hay tres clubes en peores circunstancias, pero las sensaciones son las de la primavera de 2016. Cuesta abajo y sin frenos.