Jaime Ferrer, jubilado hace dos años de su oficio de contable, natural de Xàbia, se pasó la mañana del domingo dando vueltas por el centro de València con los nervios desatados, a la espera de noticias de la plaza de toros del carrer de Xàtiva, donde su hijo jugaba el partido decisivo de la Copa Davis ante el alemán Kolhschreiber.

«La responsabilidad de mi hijo era muy grande», relata Jaime, «sufrí mucho por él porque representaba a todo un país y quería que quedara bien ante su gente, los valencianos». Jaime caminó por la plaza del Ayuntamiento, llegó a la de la Reina y fue regresando hasta que le llamó un amigo con la buena nueva. «Vi la llamada de un amigo y pensé: 'Ha ganado». Su hijo, en efecto, acababa de ganar el punto definitivo tras cinco horas de un partido épico. «Me fui a la plaza de toros y llegué a tiempo para ver cómo lo manteaban sus compañeros», oí cómo gritaban: 'David, David', fue muy bonito, pero lo había pasado muy mal antes», confiesa Jaime. «Hay que ser realistas, tiene 36 años y jugaba contra un rival muy igualado. Estuve muy nervioso por él».

«A mí me gusta más el fútbol»

«Yo jugaba al fútbol en juveniles y en Regional y en el 72 me pasé al tenis», cuenta Jaime, «por seguir haciendo deporte porque a mí siempre me ha gustado más el fútbol». Pero de alguna manera prendió la mecha del tenis en David, que le dio un disgusto a su padre cuando le dijo que no quería estudiar sino dedicarse a la raqueta. «Xàbia se ha portado de 10 con nosotros, todo el pueblo, me han hecho llorar. La Copa Davis es un broche de oro a la carrera de David», concluye Jaime.