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Ronaldo y el Mago de Oz

Ronaldo y el Mago de Oz

Cuentan en el Mago de Oz de un espantapájaros, de un hombre de hojalata y de un león cobarde. La final de la Champions me ha recordado aquella novela llevada al cine a finales de los años treinta. Me vino a la memoria escuchando a Cristiano Ronaldo un minuto después de la hazaña del Real Madrid, porque hazaña es conquistar trece copas de Europa por mucho que muchos se empeñen en minimizar el logro. Un equipazo como el Barcelona, que hizo del fútbol un arte con Puyol, Piqué, Xavi, Iniesta o Messi, se ha quedado muy atrás de este Real Madrid que a trompicones suma títulos europeos. Algo tendrá el equipo mesetario por encima de pasiones irracionales.

Me vino a la memoria el Mago de Oz porque, se puede ser un hombre físicamente perfecto como Ronaldo, envidia de los amantes de la belleza clásica griega y tener menos inteligencia que el espantapájaros de la novela. Puede recibir un culto cual Adonis y no pasar de un estado mental propio de niño malcriado que se enfada por no ser el protagonista de la fiesta. Tanto que faltó nada para cogerle de la oreja y ponerlo en la foto.

En el Mago de Oz aparece el hombre de hojalata, sin corazón. Mucho decir sería que el de Madeira, de sufrida niñez, no disfruta de sentimientos amorosos€ Pero me temo que el famoso deportista no puede controlarlos debidamente y mostrar agradecimiento a un club, el más laureado de la historia, sin el cual, seguramente no alcanzaría la cifra de no sé cuántos goles, no sé cuantos títulos y no sé cuántas copas de Europa. Cuando aparece en la foto señalando los cinco dedos de su mano, los quince goles de «récord» de no sé qué, o recordando tras no meter gol en la final que lo importante es que él ha sido el máximo goleador de la competición. Me hace pensar que necesita urgentemente del carisma de la Dorothy para hacerle entrar en la razón de la humildad, que es signo de inteligencia y de valentía. Porque Ronaldo, que es un extraordinario jugador, es el león cobarde de la novela. Le falta el empeño de querer ser de otra forma, de exponerse a las razones inteligentes de la humildad. En el fondo de los fondos es hombre necesitado de amor. Todo lo admirable de su espíritu de lucha y de sacrificio, de su hambre de triunfos, lo pierde por la falta de sentido del decoro y por un infantil egoísmo de niño malcriado. Lástima.

Y otro día escribiremos sobre otras razones que ayudan al endiosamiento de muchos espantapájaros y que tiene que ver con el vomitivo culto a la personalidad que se impone día a día en las redacciones desde que les dio por las estadísticas de cada jugador. El fútbol, si es grande, es porque es un deporte en equipo y llevamos demasiado tiempo, demasiados años, hablando de las figuras y no de los equipos. No es de extrañar que ahora, más que nunca, los jugadores sean mercenarios que allá donde acuden afirman haber podido ver cumplido sus sueños de niñez para ganar los sentimientos sinceros de las masas. No es de extrañar que mientras millones de personas disfrutan de una Copa de Europa de su equipo, la máxima figura del equipo diga que lo importante es él y sus estadísticas. Entre todos creamos esos personajes lastimeros del Mago de Oz.

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