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Ya vimos caer una vez a Julen Lopetegui

Ya vimos caer una vez a Julen Lopetegui

La polvareda del caso Lopetegui viene a demostrar que Pedro Sánchez no romperá España, que sigue enquistada e indestructible dentro de cada uno de nosotros. La única pena del sainete nacional es que no seamos Italia, porque entonces el Mundial lo ganábamos seguro. Enric González lo explicó mejor que nadie en la previa del Mundial de 2006: «Italia siempre ha necesitado tocar fondo para dar lo mejor de sí, y esa característica nacional forma parte de su ADN futbolístico». En ese artículo en El País, Enric vaticinó un gran Mundial para Italia, y lo hizo asido a una sólida teoría. El referente era el Mundial de 1982, con aquel escándalo de apuestas clandestinas, el Totonero, que salpicó a Rossi, primero inhabilitado y apestado y después campeón y héroe. En el 2006 recién explotaba el caso Moggi, las manipulaciones de las designaciones arbitrales. En ambos casos nadie daba un duro por una Italia campeona. En ambos casos la polvareda de la polémica todo lo nublaba. En ambos casos Italia fue de menos a más, protagonizó por el camino algún partido memorable y alzó al final la gran copa. Finezza Enric: «El fútbol, si se planifica bien, es más fácil de lo que parece».

Con este jaleo de la selección nos ha pasado lo que nos suele pasar con los políticos: nos representan demasiado bien. Al menos ahora nadie puede decir que es la primera vez que ve caer a Lopetegui de forma inesperada, tras el desmayo glorioso aquel en La Sexta. Estas cosas antes no pasaban: un buen truco para que ningún equipo grande fichase a tu seleccionador era tener a Iñaki Sáez en el cargo.

?Pero que nadie desvíe nuestra atención de lo verdaderamente importante. Hoy se juega un Rusia-Arabia Saudí, y cuidado con Arabia Saudí, que todos sus jugadores son internacionales. Los partidos inaugurales son lo más cercano a la felicidad: nada es definitivo, estás a tiempo de todo, nada es a vida o muerte, gobierna la excitación propia de la novedad, manda la alegría de la ligereza, y nos suele dar igual quién gane.

A menudo en el Mundial, como en las vacaciones, como al cerrar el grifo de la ducha justo antes de salir un viernes, lo mejor es la previa y la expectativa. Pase lo que pase, esta semana no nos la quita nadie. Cada vez que ha sonado el despertador, he podido pensar ´vamos, ánimo, que el jueves empieza el Mundial´, y la vida se ha hecho más llevadera. Este mes que tenemos por delante es mejor que el primer bocado al primer helado del verano. Estamos en ese punto ideal de pisar la cima de la montaña, poner una mano en la cadera y la otra en la frente, y observar la belleza de un paisaje que se desparrama sereno hacia el horizonte. Este momento exacto es mejor que el sabor salado de la piel en la playa. El balcón del Mundial es la excusa perfecta para ser lo que somos, para ser lo que no dejaríamos nunca de ser si nos lo permitieran: el sueño libre, la juventud infinita, la apología de la nostalgia, la alergia a las responsabilidades.

Es casi verano y hay Mundial. Apostaría que esto amortigua la pena de Mariano Rajoy por la moción de censura. Partidos de la Copa del Mundo, siestas y etapas del Tour en perspectiva. El verano de Rajoy solo puede rivalizar con el verano de Benzema. La elección define lo millennial: si prefieres el verano de yates, viajes y fiestas en la piscina que le suponemos a Benzema, eres millennial. Si prefieres el de Rajoy, como yo, estás un poquito acabado. En mis esquemas mentales de niño, yo debería estar ahora en Rusia a punto de disputar mi último Mundial, pero visto el lío que se ha formado, estaré mejor escribiendo columnas, en casa y en pijama.

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