La ansiedad fue anoche el principal enemigo de España, atacada por los nervios en buena parte del encuentro. La selección apenas se soltó, agobiada por un rival duro y marrullero, empeñado en evitar el juego. Irán lo logró hasta que un rodillazo afortunado de Diego Costa se convirtiera en el único gol de la noche. Ni siquiera así encontró España la fluidez necesaria para sentenciar el duelo, pero supo al menos conservar una victoria para abrir la puerta de los octavos de final: le bastaría empatar en el partido del lunes frente a la ya eliminada Marruecos. Lo mejor se vivió en la grada del Kazán Arena: una fiesta con la presencia masiva de las mujeres iraníes, cuya prohibión a entrar en los estadios de su país remite a las tinieblas de la Edad Media.

Fernando Hierro tardó mucho en introducir los cambios y a Rodrigo Moreno solo le concedió los últimos cinco minutos. Los aprovechó el delantero del Valencia con un par de detalles exponentes de su excelente estado de forma. La garantía para muchos más minutos en próximos partidos.

La primera parte fue un bochorno para este fútbol aliado con las nuevas tecnologías. El árbitro, el uruguayo Andrés Cunha, permitió el atropello: los iraníes mataran el partido con interrupciones y pérdidas de tiempo. Eran las órdenes de Queiroz. El colegiado obvió lo básico: facilitar que ruede el balón. Se perdió una eternidad y solo dio tres minutos de prolongación.

Irán se defendió dentro de su área y España se equivocó casi siempre. Fallaron las alas: claramente fuera de forma Carvajal e impreciso Lucas Vázquez por la derecha; tapado Jordi Alba por la izquierda. Solo Isco y Silva, desde la segunda línea, amenazaron a la zaga iraní con alguna pared o genialidad como el pase de cola de vaca inventado por el malagueño. A Diego Costa, rodeado de defensores, le faltaba el aire para reaccionar. La Roja se desquició en el último tramo del primer tiempo, como si se estuviera acabando el encuentro.

España arrancó mejor en la segunda parte, con más ritmo en la circulación del balón. El premio llegó de la manera más insospechada: un gol con la rodilla de Diego Costa tras un rechazo. El mérito fue de Iniesta, al recuperar el cuero en la medular y armar el ataque hasta encontrar a Costa.

Iniesta se apagó en el minuto 60 y Hierro lo sustituyó por Koke. Irán se estiró y logró empatar aunque en fuera de juego, según vio el asistente. La amenaza del empate acompañaría a La Roja toda la noche. De Gea volvió a dejar muestras de nerviosismo. Marcos Asensio, a pie cambiado, apenas entró en juego. Irán colgó un balón amenazante en el 94 y De Gea, ahora sí, despejó de puños. España respiró aliviada y ahora, con todo a favor, se encontrará a la ya eliminada Marruecos, un equipo muy tierno. Es hora de recuperar el temple y el juego.