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No pasa nada

No pasa nada

E l último fin de semana de vacaciones, Delia me hizo un regalo: me envió a casa y se quedó con los niños en la playa. En casa regresé a la adolescencia para pasar en pijama dos días inolvidables. Solo me levanté del sofá para ir al baño, a la nevera o a abrir la puerta al repartidor de comida a domicilio. Madrugué como nunca para ver atletismo, un día la marcha y otro el maratón, punto inicial de jornadas de catorce horas continuas de deporte televisivo. Golf, ciclismo, más atletismo y montañas de fútbol, con el Football Manager en el ordenador y la casa de apuestas en la tablet. Es lo que se llama ´no hacer nada´, que es lo mejor que uno podía hacer antes, lo mejor que podemos hacer ahora y lo mejor que podremos hacer siempre.

Absorbido por esa felicidad absurda y plena, recordando por qué me gusta tanto todo esto, y recibiendo fotos de mis hijos por wasap para mantener un cierto equilibrio emocional en la conciencia, pensé que a veces las cosas no son lo que parecen. A veces un supuesto castigo es un regalo. Los asiduos a este rincón sabrán que trabajo los fines de semana. Sabrán que mi hija se queja con ganas, sabrán que me pierdo las despedidas de soltero, sabrán que no suelo estar en eso que llaman ´celebraciones´ familiares. Sabrán que vivo a contrapié, pero no quiero dar pena, de veras, ahora creo que es una suerte. Si no tuviera que pasar los sábados y los domingos escribiendo crónicas, me habría abonado a la agonía y al conflicto. Seguramente estaría divorciado porque pretendería pasar todos los fines de semana como este último de vacaciones, y eso no hay quien lo soporte. Mi mujer, además y en el mejor de los casos, se habría cansado de mí, tirando de lógica, se aburriría de verme siempre. Convertir mi enfermedad en trabajo fue la solución perfecta e inconsciente a un problema latente a largo plazo.

?A veces las cosas no son lo que parecen. Según mi padre los periquitos se escapaban, pero empiezo a sospechar que dejaba la jaula abierta.

A veces que te castiguen es un regalo. Si la FIFA te sanciona sin poder fichar te está haciendo en realidad un favor, porque no tienes más remedio que confiar en lo tuyo, dar continuidad, conceder el tiempo necesario para que las piezas se asienten. La teórica desventaja para mí sería una ventaja. En el fútbol con frecuencia se ficha por inercia y petición popular, se ficha sin conocer al fichado tan bien como Delia me conoce a mí, se ficha porque es difícil escuchar la música y no salir a la pista. Y en el mercado suenan dos canciones potentes: el magnetismo de la novedad [la promesa de éxito de lo desconocido es infinita], y el movimiento de dinero fácil que se desparrama durante el baile.

Las mejores historias del mercado futbolístico las contó Miguel Gutiérrez en Parecía un buen fichaje. Una de mis favoritas es la de Korneiev en el Barça, manual de la gloria efímera. Fue encumbrado tras un prometedor debut contra el Logroñés, ´dedicado a los que dudan´, pero pronto pasó de la esperanza al fiasco. En un viaje a Santander, un policía casi le pega al confundirle con un aficionado que se había colado en la expedición. ´Si me llega a dar acabo en comisaría, porque se la devuelvo´.

Tampoco estuvo mal lo del Depor con Renaldo: ´Soy como Ronaldo, pero con e´, maravillosas declaraciones. O lo del Madrid con Drenthe: ´No puedo decir que me acueste pronto´, sinceridad ante todo. O tantas otras, como la de Tavano en el Valencia. Acudió a la presentación con una camiseta de la revista Playboy y al poco, al ver su coche lleno de colillas, un empleado del club le preguntó si fumaba mucho, si esa era la causa de su sufrimiento en los entrenes, de su pobre forma y nulo rendimiento. ´No, qué va´, dijo Tavano, ´es Marlboro light, no pasa nada´.

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