jamás pensé que Rubi levantaría cabeza tras el descenso del Llevant a Segunda, después de seis campañas consecutivas en la élite. Lo cierto es que la 2015-16 apuntaba a desastre desde que se anunció la continuidad de Alcaraz, que venía de salvar con 37 puntos a un once sin chispa. En nueve jornadas sólo cosechó una victoria y acabó destituído. Rubi se estrenó con un equipo colista que aún lo fue más tras la dolorosa derrota en Mestalla. Los blaugrana mejoraron su fútbol, pero no lo suficiente. Era la crónica de un descenso anunciado que se consumó -ante un presidente y un director deportivo incapaces de reaccionar desde hacía semanas- en Málaga. El Llevant de Rubi celebró el descenso en Orriols, venciendo al Atlético y privándole de toda opción al título.

Al invierno siguiente Rubi se hizo cargo del Sporting para evitar su descenso, sin éxito. Hay tipos que saben aprender de los errores. Otros, la mayoría, se pasan la vida tropezando en los mismos escollos, esperando un golpe de suerte que cambie sus destinos.

Los primeros despiertan toda mi admiración. Quico cambió el club de arriba abajo y capitaneó el retorno mientras Rubi se estrellaba en Gijón. Pocos podían imaginar que al año siguiente el de Vilassar alcanzaría con la SD Huesca el histórico ascenso a Primera, algo que le abrió las puertas del Espanyol.

A la sombra del FC Barcelona, los pericos son ese club que a la chita callando suma 84 presencias de las 88 temporadas que lleva disputándose la Liga de Primera. Sólo le superan Madrid, Barça y Athletic, que han estado siempre. Pero hoy no cuenta nada de todo esto: el Llevant pretende dar a Rubi su primer disgusto en Cornellà. Ambas escuadras llevan cuatro puntos pero los granotes perdieron siendo superiores al Celta y mantienen la línea ascendente de juego y prestaciones del curso anterior, esperando además la prometedora irrupción de futbolistas como Vukcevic, Moses, Dwamena o Mayoral.

En el estreno liguero el Llevant arrolló al Betis de Setién, que tiene una filosofía balompédica muy similar a la de Rubi: toque de balón, posesiones largas, vocación ofensiva. Ambos coinciden también en los defectos: son previsibles y no tienen plan B por una cuestión de principios: no entienden el fútbol de otra forma. Es probable que López, de la misma escuela pero mucho más versátil, insista en el planteamiento del Villamarín.