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Opinión

El Valencia no es tan de barrio

El viernes la diputada delegada de juventud y deportes e igualdad de la Diputació de València, Isabel García, desgranaba en este periódico la voluntad provechosa de la entidad pública por hacer de palanca para el crecimiento del deporte femenino. Las instituciones de todos deberían tener esa misión, la de impulsar aquello que todavía carece de suficiente masa crítica.

Nuestro cargo electo Isabel García también mostraba sus preferencias futbolísticas, algo lícito y una muestra de normalidad. Prefiere el Levante al Valencia. Lo lastimoso, por primario, llega cuando en la entrevista la diputada García aprovecha para tañer su desdén: «El VCF se ha convertido en una empresa, y el Levante conserva la esencia de club de barrio».

Esto no va de erosionar el relato levantinista (impecablemente bordado), va de reclamar a representantes públicos como Isabel García un poco de mirada larga, respeto y, ya puestos, un exceso de celo para comprender que el Valencia está compuesto por centenares de barrios, por miles de pequeñas historias, por contradicciones, claro, pero casi desde su origen con una representatividad que vertebra comarcas, pueblos y ciudades.

El VCF se ha convertido en una empresa, dice profética García -anda, qué descubrimiento; lo es por obligación como el resto de clubes españoles sin trato de favor-, en una frase que parece disfrazarnos a los que somos aficionados del Valencia de pérfidos señores carentes de emoción, movidos a ritmo de power point. No como los del Levante, tan de barrio. Resulta tan tópico que parece estar gentrificando el sentimiento.

Marta de Gandia, que acude cada partido a Mestalla y al acabar regresa a La Safor. Pepe, de Meliana, que hace que cuando nos cruzamos por la calle una pequeña chanza sobre el Valencia convierta el anonimato en una infinita señal de afecto. Alba, de Orihuela, que ha construido parte su juventud en torno a un comboi inesperado de seguimiento valencianista. Paco, Manolo, Carmen, Esperanza? una cartografía de barrios emocionales que llega de norte a sur hasta confines tan insospechados, diputada García, como la vecindad junto a su puerta. Eso, además de una empresa, es el Valencia.

Para que parezca justa y no aleatoria, a una representante pública encargada del deporte deberíamos exigirle que afronte un asunto, tan anecdótico e irracional, como el sentimiento futbolístico con un nivel un poco más real que un par de cuñadismos manoseados y un dualismo tan facilón como plantear que unos son de barrio y otros de Mordor. El prejuicio es enemigo del conocimiento.

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