Árbitro por favor, pita ya el final». Un pensamiento que repetía en bucle mi cabeza durante la mayor parte del segundo tiempo en el partido del fin de semana anterior frente al Levante UD. En un concierto de errores los goles del rival llegaban uno tras otro. Así hasta 7.

No recuerdo si alguna vez había sufrido una derrota como esa, recibir una goleada no es del gusto de nadie, pero para alguien como yo, a quien no le gusta perder ni en los entrenamientos, mucho menos. Aparte de goles, nos cayó agua. Mucha. Hasta tal punto que la árbitra pensó en suspender el partido por las condiciones del terreno de juego. No era el día más apropiado para estrenar nuestra tercera equipación, blanca completamente. Ya antes del inicio del partido más de una parecía que habíamos estado más en una pelea en el barro que en el calentamiento.

Ni la lluvia, ni el mal estado del césped son excusas para el resultado que obtuvimos. Viajamos a València conscientes de que delante íbamos a tener un equipo que por plantilla debe optar a ganar todos los títulos, aun así lo hicimos con la máxima ilusión y valientes queriendo ir a por los tres puntos, al contrario de lo que podía pensar la gente. Tanto para lo bueno como para lo malo, en el fútbol todo pasa rápido.

Una vez terminas un partido, toca cambiar el chip y pensar en el siguiente. Y esta vez con liga intersemanal, con lo cual tuvimos que digerir lo antes posible esa derrota, al fin y al cabo «nuestra» liga no es la del Barça, Atlético y Levante, y revertir la situación era cuestión de horas. Y como dijo Peret en una de sus canciones; «no estaba muerto, estaba de parranda». Nos hicimos fuertes, y cuando creían que un 7-0 nos había hundido psicológicamente, ahí estábamos para demostrar todo lo contrario. Este vestuario estaba más vivo que nunca y, tras 72 horas, ni más ni menos que el Sevilla venía a Málaga a jugar, con lo que un derbi así significaba para el club. Pagaron los platos rotos. Resurgiendo como el Ave Fénix y haciendo elogio a la resiliencia como cual estratega de la guerra, todo se resume en aquella conocida frase que anuncia que perder en la más cruel de las batallas, pero no morir en ella, sólo consigue hacernos más fuertes.