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Majaras

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Aquellas tardes de domingo. Roger le dijo a Casabó que llamara a Luis García, el presidente del equipo de baloncesto, para que le contara cómo había ido el partido. Casabó buscó el número en la agenda de la redacción de Deportes. Descolgó el auricular, yo lo tenía enfrente. Escuché el saludo y la pregunta, y luego el silencio. Casabó me miraba mientras su cara cambiaba de colores. Algo no iba bien seguro. Parecía querer decirme algo, pero yo solo escuchaba algún escueto «sí, sí» que intercalaba en el discurso de su interlocutor. Cuando colgó el teléfono nos explicó por fin, entre risas, qué pasaba. Había llamado a Luis García, pero no al presidente de baloncesto, había llamado a Luis García Plaza, el del fútbol, que entonces entrenaba al Levante. Plaza salía de la rueda de prensa postpartido. ¡¿Otra vez?!, protestó, cuando Casabó le dijo que le llamaba del periódico para que le contara el partido, que no era serio eso, que el Levante no era un equipo de amigos. Se quejó con razón, pero de inmediato puso el piloto automático y empezó a contarle el partido, como si nada: «Bueno, en la primera parte...».

Hace tiempo que todos los entrenadores me preocupan un poco, a nivel salud mental sobre todo, porque no hay quien entienda al deporte este. Todos los entrenadores son muy buenos a pelota parada, pero no me refiero a las faltas, los córneres y la pizarra. Me refiero a que te cogen un viernes, generalmente después de una rueda de prensa, y tienen ganas de hablar y te cuentan de todo, de todo te cuentan: cómo ven al equipo, cómo ven al rival, cómo juegan y cómo jugarán. Te lo explican perfecto y piensas que nada puede fallar. Te lo explican y lo entiendes clarísimo, lo entiendes tan claro que no ves qué puede salir mal. Todo tiene su lógica y su sentido con la pelota parada. El centro del campo esto, las bandas lo otro, un relato bonito y simétrico para encarar el fin de semana. Pero luego llega el domingo y la pelota se mueve y no está parada, y el asunto se complica y no sale nada y si sale, sale del revés, de casualidad o de rebote, o de alguna otra forma que no esperaban. El tiempo me ha dicho una cosa: el fútbol es un lugar ideal para volverse majara.

En otros deportes creo que no pasa tanto. El fútbol ha desarrollado además un sentido de la justicia contra natura, como si el marcador de un juego no fuera suficiente respuesta. Nadie en el baloncesto dice 'merecimos más, dominamos', no, ahí quien anota más puntos gana y el debate se acaba. Nadie en el balonmano dice «tuvimos más ocasiones, salieron a destruir, no propusieron nada». No, en otros deportes miras el marcador y el resto se calla. Como escribió Luis María Valero, que rima con siempre certero: «Si un tenista llegara a rueda de prensa después de perder contra Federer y dijera: «He perdido contra Federer, pero merecí ganar a Federer», si dijera eso, todos lo que le escuchasen pensarían: nos encontramos ante un tenista loco, ante un tenista desquiciado. «Me jugué muchas bolas a las líneas que no entraron por muy poco y Federer se limitó a esperar mis errores y a sacar bien, por lo que creo que merecí ganar yo». En el fútbol no, en el fútbol tan normal, en el fútbol la lógica pasa por perder el norte.

?Al hilo, ayer debutó en mi equipo un nuevo fichaje. Es el mío el décimo equipo de su carrera, jugó su primer partido fuera de casa y después sentenció: «Mi primer partido y me siento muy identificado con todo lo que este club significa». Hombre, espérate un poco, no te precipites que casi ni nos conocemos, que me has caído bien porque la pisas, la escondes, la enseñas y la pasas cuando toca, que me has caído bien porque tienes pinta de jugón, pero tampoco te pases. Imaginad hacer con nuestras vidas lo mismo que hacen los jugadores. Ir al suegro y decirle «la primera vez que me acuesto con su hija y me siento muy identificado con todo lo que esta familia significa. Merecí más en los últimos minutos, pese al cansancio, pero espero hacer bueno este empate con una victoria en su casa la próxima semana, y empezar así una buena racha. Me esforcé al máximo y ahora toca corregir errores. Lo importante es que nos respeten las lesiones».

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