Llenazo en el Cerro del Espino. Desde hacía días se anunciaba que ya no quedaban entradas para poder asistir a lo que iba a ser un partido de alto voltaje. Sold out una vez más, aunque en menor dimensión al ser en la ciudad deportiva, para que volviese a ganar el fútbol femenino en la que ayer fue una final anticipada. Concretamente la del año pasado, entre Atlético de Madrid y FC Barcelona.

La ciudad deportiva se vestía de gala para recibir al club catalán y disfrutar de buen fútbol. Uno de los mejores partidos que se puede ver a día de hoy en el fútbol femenino español. Los dos conjuntos con los presupuestos más elevados, jugadoras en ambas partes de gran calidad y desplegando un juego vistoso y atractivo que no solo iba a quedar en las retinas de aquellos afortunados que se desplazaban al campo. Eso hubiese ocurrido años atrás. Esta vez, quien quisiera ver fútbol del bueno tan solo tenía que sentarse en el sofá y prender el televisor.

Tanto un equipo como el otro acudían con ganas a la cita. El Atleti con hambre de revancha por la final anterior en la que ganaron las azulgranas con un gol en los últimos minutos. Y el Barça aferrándose a la oportunidad de alzarse con un título este año tras su derrota inesperada en la última jornada liguera que casi les hace decir «adiós». Todo hacía presagiar que iba a ser un duelo de lo más emocionante.

Guardo con cariño grandes recuerdos de mis temporadas con ambos conjuntos; dos como colchonera y cuatro como «culé», este último quien me abrió las puertas al fútbol femenino. Tengo presente en mi memoria como si fuese ayer mismo, el momento en el que el coordinador del FC Barcelona me propuso fichar con ellas. Al término de un partido con el equipo de chicos con el que jugaba (UE Vilassar de Mar), se acercó juntos a mis padres y me lo comentó. Mi respuesta fue «no». Tenía diez años y quería seguir jugando con ellos hasta que la ley me lo permitiera. Fue entonces con 14 cuando finalmente fiché con el Barça. En el Atleti adquirí una madurez deportiva y tuve la suerte de obtener una beca para cursar mi carrera universitaria.

Ambos clubes me han dado mucho, es por ello que no me importaba el resultado. Pasara a la final quien pasara, lo que consiguieron llenando las gradas de la ciudad deportiva mientras todos los medios hablaban de ellas ya era algo parecido a levantar un trofeo, haciendo que todas las demás jugadoras sintiéramos envidia sana y a la vez presumiéramos de que esto estuviese pasando en nuestro país.