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La explicación

La explicación

Hace dos semanas, mis amigos salieron eufóricos del estadio. No era para menos. Nuestro equipo había ganado en el último minuto del tiempo de descuento. En los días siguientes me llegaron noticias de daños colaterales al gol y su celebración exaltada. No era para menos. Unos se enredaron en el abrazo múltiple y cayeron rodando gradas abajo. Otro sufrió una lesión muscular en el salto y se marchó dolorido a casa, haciendo el gesto de pedir el cambio con las manos. El gol fue de los que no se olvidan, por agónico, inverosímil e importante. No era para menos. Pronto surgió la teoría estrella: el gol no era mérito de los jugadores, ni siquiera demérito del contrario; el gol lo había metido la grada. El árbitro debió apuntar en el acta que el gol era de los aficionados. A esta teoría que se desmorona ante cualquier método científico se suman incluso los profesionales más reputados. Es comprensible: es lo que su clientela quiere oír, da una explicación simple a una cuestión compleja y reparte responsabilidades futuras en caso de fiasco. Con esa receta cualquier político tiene un brillante porvenir asegurado.

Pero ayer, ay, ayer esos mismos amigos salieron del campo cabizbajos. No era para menos. Nuestro equipo había perdido en el último minuto. Pensé si ahora también era responsabilidad suya, como cuando se gana, si ahora la grada se había metido el gol en propia, si la culpa era de los aficionados y no de esos futbolistas de los que estaban rajando. Pero son mis amigos y quiero que lo sigan siendo, por eso lo pensé pero no lo dije, ay, ayer no dije nada. Mejor me quedé callado.

?A veces estás tan cansado que no te duermes. Es un fallo de sistema del cuerpo humano. Yo tengo más de esos raros. Hubo unos días de calor y en mi cabeza ya era verano. Ya tenía hasta el abrigo guardado. Pero de repente llueve y hace frío otra vez, y mi cerebro no puede asimilarlo. Sé que llueve y que me voy a mojar, pero no puedo salir a la calle con paraguas, mentalmente no estoy preparado. En mi cabeza pase lo que pase ya ha llegado el verano, igual que si decido que me gusta un jugador, que entonces a posteriori solo me fijo en sus virtudes y descarto los fallos, miro hacia otro lado con los fallos. Es involuntario y por eso difícil evitarlo, como el enfermo que no asume su enfermedad, que se la niega a sí mismo, como el equipo que en verano se construyó para lo máximo, que soñó con estar arriba y que de pronto se ve abajo, y no termina de creérselo y se empeña en negar la realidad, que casi siempre hay alguno que baja así a final de año, que cuando por fin admite la verdad a veces es tarde para arreglarlo. A veces es tarde para casi todo, excepto para convencer al mundo que los partidos los ganan las gradas, que los goles los meten los aficionados, y que algunos nos quedemos callados.

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