Batman, Spiderman, Superman, Catwoman, Capitán América, Wonder Woman... ¡Una lista de súper héroes y heroínas interminable que podría ser completada con algunos nombres menos conocidos pero no por ello menos importantes! Me refiero a todos aquellos niños y niñas que luchan día a día su particular batalla contra el cáncer. Desde el anonimato, sin cámaras delante, en silencio.

Hace un par de semanas realizamos la tradicional visita a los hospitales para repartir además de un sinfín de regalos, sonrisas y alegría. Atrás hemos dejado aquellos tiempos en los que únicamente los hombres eran los que recorrían las habitaciones y se unían a esta buena causa. Otro pasito más en este camino hacia la igualdad.

Un club no es grande sólo por la cantidad de trofeos que hay en sus vitrinas, sino que involucrarse de lleno en ayudar a los demás, lo hace extraordinario. Tuve la suerte de hacerlo en el Levante UD y por segundo año consecutivo en el Málaga CF, y aunque es una de las obras más duras, llega a convertirse en una de las más bonitas.

Terminamos el entrenamiento y era momento para quitarse las botas de fútbol y ponerse una mascarilla. Cambiar la equipación por vestir y ofrecer nuestra mejor sonrisa, para en lugar de saltar al césped recorrer los pasillos de la planta de oncología del Hospital Materno Infantil.

Una mañana de emociones intensas, nervios e ilusiones sin otro objetivo que no fuese el de hacerles romper, tanto a los niños como a los familiares que les acompañan, con la rutina de su lucha diaria y rescatar el brillo de sus ojos. Se nos formaba un nudo en el estómago cada vez que íbamos a una habitación y había más lágrimas que risas, sin embargo no íbamos a la siguiente hasta que éramos capaces de cambiar la situación.

Al fin y al cabo somos lo que damos, más allá de lo que tenemos. Siento que hacer sonreír está infravalorado, cuando es tan sencillo y da tanto...

Salir de nuestro entorno del fútbol hace que nos demos cuenta de que hay más realidad de la que vivimos y nos hace ser conscientes del error que cometemos al darle demasiada importancia a cosas que seguramente no la tengan.

Con el tiempo, la memoria se encarga de desvanecer casi todo, pero si echo la vista atrás hay pupilas que siempre seré capaz de recordar. Hay miradas que se clavan. A algunos aún les quedaba una larga temporada por pasar allí, tenían las habitaciones decoradas para hacer la estancia más «cómoda», en cambio otros, habían ganado la batalla y pronto hacían las maletas de vuelta a casa.

Dicho esto, qué maravilloso sería el mundo si siempre buscáramos la felicidad, y no me refiero a únicamente la nuestra. Les dimos fuerzas, alas y ganas de salir de sus habitaciones y gritar fuerte; ¡No todo está perdido!