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El papá de Paula

El papá de Paula

Rebajado el subidón del cuarto título europeo en la historia de Valencia Basket, el incontestable triunfo ante Alba Berlín del pasado lunes nos deja una imagen para la eternidad: las lágrimas de Rafa Martínez. Antes, durante y, sobre todo, después del partido. El gran capitán sufrió uno de los momentos más duros de su carrera, descartado por Jaume Ponsarnau para hacerle hueco en el roster a Guillem Vives. La profesionalidad con la que aceptó la decisión del entrenador, al que conoce personalmente desde sus inicios en Manresa, es el penúltimo ejemplo de lealtad taronja a cargo del escolta de Santpedor.

Rafa es el paradigma perfecto de hombre de club, a pesar de haberse criado lejos de La Fonteta. Líder respetado en el vestuario, siempre ha dado la cara. En cualquier circunstancia. Desde su llegada a Hermanos Maristas en 2008, fue siempre el primero en dar un paso al frente después de dolorosas derrotas o momentos de crisis. Ya hace varios años que renueva de los últimos y siempre por un plazo de una temporada. A pesar de ello, está por llegar el día que -en público o en privado- tenga una mala palabra para los gestores del club.

El pasado verano, sabiendo que podía sufrir una lesión que acabara con su carrera, se jugó la rodilla en la eliminatoria contra Gran Canaria tratando de ayudar al equipo a meterse en Euroliga. Después llegó una intervención quirúrgica cuyo proceso de recuperación se convirtió en interminable y de una elevada exigencia emocional. El apoyo de su pareja, Olatz, y Paula, la niña de sus ojos, fue básico para que el gran capitán regresara al máximo nivel competitivo a mediados de noviembre.

La temporada no ha sido sencilla. Relegado a la segunda unidad, Rafa no ha tenido los minutos que desea. No habrán escuchado -ni escucharán- una queja. Con 37 años recién cumplidos, sería legítimo y comprensible que el «capi» busque cambiar de aires el próximo mes de junio. A pesar de su rol durante los últimos meses, no le faltarán ofertas en la Liga ACB. Si se produce la marcha, la institución tiene que estar a la altura de las circunstancias.

Rafael Martínez Aguilera merece homenaje con el pabellón abarrotado y el «17» flameando en el cielo de La Fonteta. Se trata del jugador con el mejor palmarés en la historia del club. Y, sobre todo, una persona excepcional. Un ejemplo para todos.

Por eso Valencia Basket debe retirar su camiseta. Para que, cuando pasen los años, sigamos hablando de una leyenda comparable a Nacho Rodilla y Víctor Luengo. El papá de Paula.

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